La americana da lugar a algunos de los mejores momentos del disco. Hay una canción muy divertida que habla sobre beber y pegar tiros que recibe el ocurrente título de ‘The Bastard And The Tramp’. «Es un cabrón y yo una golfa y a veces, al revés», canta Maika, entre referencias a Idaho. ‘Ruled By Mars’ habla sobre una atracción fatal entre dos personas dominantes que luchan «contra una pasión incontrolable» y también como sacada de un bar del oeste está ‘No Blood’, una burla de tipos que se creen muy duros pero luego son unos ignorantes (entre otras cosas porque no conocen las canciones del «Rocky»). Incluso la banjo-balada ‘The Deadly Potion of Passion’, que consiste en pedir caña, y la final ‘City Life’, que incorpora sintetizadores sólo para reivindicar lo que se puede llegar a echar de menos correr entre las vacas desde la ciudad, encajan en este entorno.
Las composiciones de Maika tienen un esperable punto de perversión (‘Oh M Ah’, ‘Devil Tricks’), pero también hay lugar para el amor, como en ‘Friends’ (fantástico ese «Cuando dije que podíamos ser amigos, quizá quería decir que podríamos desnudarnos y tumbarnos juntos un rato. ¿Qué podría decirse sobre eso?») o la nostalgia, como ‘Cars That Went By’. Un tema dulce sobre algo que se ha acabado que mantiene un punto sucio (el de poder matar), como recordando que no todas las cantantes femeninas con capacidad para triunfar en nuestro país tienen que parecerse a Russian Red.
Calificación: 7,2/10
Lo mejor: ‘Game of Doses’, ‘Cars That Went By’, ‘Friends’
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