‘Two Lovers’ es un buen ejemplo de ello. En apariencia parece una (otra) historia romanticona más con Gwyneth Paltrow como estrella, una (otra) de amores llena de clichés tan sobados como, por ejemplo, la asociación/contraposición entre rubia (sexy, seductora, fiestera) y morena (dulce, recatada, hogareña). Pero no. La película de Gray esconde cargas de profundidad que van saliendo a flote poco a poco, sin prisa, al igual que emerge del agua el protagonista en la primera secuencia.
Una vez en la superficie, Gray suelta todo su arsenal dramático. Y lo hace con tal contundencia que para el espectador es imposible salir ileso y con los lagrimales llenos. A través de la melancólica mirada de Leonard (un inmenso Joaquin Phoenix que estos días parecía que iba a retirarse, dejarse greñas y dedicarse a la música pero no) el director nos hace partícipes de su visión de la familia, del amor y de la vida. La familia como refugio, pero también como prisión; como espacio acogedor, pero también represivo. El amor como irracional y vivificante estado de ánimo, capaz de llevarte por un camino equivocado con la mayor de las sonrisas. Y la vida como una lucha desigual entre el idealismo y el realismo, como un amplio sendero poblado de obstáculos que acaba estrechándose a base de renuncias, claudicaciones y, atención al escalofriante plano final, conformismo.
Una última pregunta: ¿por qué una película de gramática tan accesible y protagonizada por estrellas de Hollywood ha tardado dos añazos en estrenarse? 9.