De esta manera tan vehemente es como Luke Haines describe los inicios de su proyecto Black Box Recorder en el capítulo 31 de su recomendabilísimo libro autobiográfico ‘Bad Vibes – Britpop and my part in its downfall’. Hace unas semanas, trece años y cuatro álbumes después de lo descrito en este párrafo, el trío compuesto por Haines (The Auteurs, Baader Meinhoff), John Moore (The Jesus And Mary Chain, Revolution 9) y Sarah Nixey anunciaba su adiós definitivo con la publicación de un último single, una doble cara A solo disponible en iTunes durante un día. «Todos los beneficios serán para Black Box Recorder y sus familias. Sin entrevistas. Sin más declaraciones. Fin», decía su amargo y aséptico último comunicado.
En ese capítulo de su libro, Haines da las claves del origen de Black Box Recorder. Moore, batería de The Jesus & Mary Chain, que «abandonó el barco justo cuando comenzaba a hundirse», emprendió una carrera en solitario primero con la banda The Expressway y más tarde con Revolution 9, con la que publicó un único álbum llamado ‘You Might As Well Live’, reflexionando en torno al suicidio. Un antecedente perfecto para llevarse bien con un Luke Haines que se escabullía como podía de Virgin para entregarles un tercer y rotundamente comercial álbum de The Auteurs. En una sesión iniciática, Moore mostró a Haines un esbozo de su primera canción, ‘Girl Singing In The Wreckage’, sobre la potente estampa de una madre adolescente en un accidente aéreo, cantada en primera persona y que por tanto pedía a gritos una voz femenina. Sarah Nixey, su «caballo de Troya», era una jovencita de apenas 23 años que ambos conocían, que soñaba con tener una portada en el NME y vivir de su pasión por la música. Moore le envió un fax (era otro siglo, claro) de manera inmediata que decía «Te hemos escrito una canción fabulosa. Ven a cantarla y te haremos famosa».
Tras varias negociaciones, Chrysalis se quedó con la edición de su primer álbum ‘England Made Me’: un tratado de amargura y crueldad aplicadas al pop, un pop adulto en el que estos dos anti-héroes se esfuerzan en hurgar en las heridas ocultas de una sociedad británica (y por extensión europea y occidental) hastiada y desencantada. La crueldad de la gente corriente, niños con tendencias suicidas, secuestros de ricas herederas o mujeres obsesionadas por preñarse de una celebrity son los inquietantes protagonistas de su imaginario. Elementos desequilibrantes y pertubadores que enfangan la melancolía y la belleza de su música, como cuando la sensual (o mejor, sexual) voz de Nixey canta en ‘Child Psichology’ ese «Life is unfair, kill yourself or get over it», frase que sirvió para que las radios y la MTV censuraran su emision. Todo un éxito para Haines y Moore, porque esa exactamente es la esencia de Black Box Recorder.
‘England Made Me’ fue recibido por la crítica con cierta tibieza, pero poco a poco fue calando en un público que sí se mostró más entusiasta. Sin embargo, Moore y Haines decidieron que el contraste no era suficiente y quisieron acusar su orientación pop introduciendo un mayor componente de electrónica y sofisticación, para lo que confiaron la producción de su segundo álbum al nuevo hombre de confianza de Haines, el ingeniero de sonido Pete Hoffman. La base hip hop de su primer single, que además titulaba el álbum ‘The Facts Of Life’, dejaba claro que buscaban el asalto de los charts, con este medio tiempo de sonido semejante al de unas niñas que triunfaban unos meses después en aquel año 2000, Sugababes. Y así fue como una disección sobre la angustia del paso de la niñez a la adolescencia y las relaciones con el sexo contrario llegó al Top 20 de las listas de singles británicas.
Otro factor evolutivo en ‘The Facts Of Life’ fue un más acusado toque cinematográfico en los arreglos, rescatando la herencia de John Barry en canciones como ‘The English Motorway System’, ‘Gift Horse’ o el segundo single ‘The Art Of Driving’, lo que llevó a algunos críticos a decir que sonaban como si Stanley Kubrick produjera a All Saints o que eran la perfecta banda snora de un documental sobre Inglaterra dirigido por David Lynch. Curiosamente, algunos meses después, un nuevo dúo llamado Goldfrapp debutaba con un álbum titulado ‘Felt Mountain‘ que también rendía tributo al compositor de la mítica banda sonora de James Bond. El disco alcanzó el número 37 de la lista británica de álbumes a pesar de su temática sobre vida sexual imaginaria, la crueldad del romance adolescente o el desenfreno como modo de vida en contraposición al patetismo de una vida ordenada. Una vez más, pateando los cimientos de la sociedad del bienestar.
Un año después hicieron limpieza con el álbum recopilatorio de caras B de sus singles previos, ‘The Worst Of Black Box Recorder’, que incluía versiones de ‘Seasons In The Sun’ de Jacques Brel y ‘Rock ‘N Roll Suicide’ de Bowie. Aprovechando ese respiro, John Moore y Sarah Nixey se unieron en matrimonio. Tras la desaparición del sello Nude, One Little Indian publicó en 2003 el tercer, y a la postre último, disco del trío, ‘Passionoia’. De nuevo grabado junto a Pete Hoffman, supuso su giro definitivo al pop electrónico y sofisticado al estilo de Human League o Saint Etienne que, sin embargo, dividió a la crítica y les supuso un empate entre críticas favorables y desfavorables. Hoy, siete años después, ‘Passionoia’ se muestra como una obra exquisitamente coherente que mereció un éxito comercial que no tuvo. Su portada remite a esa esencia de la banda que comentábamos más arriba: Nixey toma el sol en bikini y los chicos en smoking se ponen ciegos de champán junto a una piscina en la que flota un cadáver desnudo (algo que, sin duda, es un guiño a un escandaloso incidente similar ocurrido en casa del popular cómico británico Michael Barrymore). Una mosca flotando en la deliciosa sopa, otra vez.
‘These Are The Things’ era un single que en un mundo perfecto hubiera estado en lo más alto de los charts, pero no fue así. Un hit en el que el dúo de terror sónico se ablandaba, cantando al amor como único salvavidas de la rutina. Pero no hay relax, porque ‘Passionoia’ parece un tratado de iniciación al tramposo mundo del éxito. En ‘The School Song’ Sarah ejerce de rígida institutriz que introduce al oyente en la escuela de canciones de Black Box Recorder, donde tenemos lecciones como ‘Gsoh Q.I.D.’, cuyo estribillo es una sucesión de anuncios típicos en una página de contactos, ‘Being Number One’, guía para la perfecta estrella de la música, ‘The New Diana’, para aspirantes a sustituir a la English Rose en la portada de Hola!, o ‘British Racing Green’, pistas para tener una plácida jubilación repleta de lujos innecesarios y vacuos. Y les queda tiempo para darse el gusto de reivindicar al hombre gris del dúo Wham! en ‘Andrew Ridgley’.
En 2004 el trío anunció un descanso indefinido, que no una separación. Pero lo cierto es que, pese al amago de comeback a caballo entre finales de 2008 y principios de 2009 (un par de años después del divorcio de Nixey y Moore, padres ya de una niña), el anunciado cuarto álbum de Black Box Recorder no ha llegado a existir y se ha quedado en ese agridulce single con solo dos canciones, ‘Keep It In The Family’ y ‘Do You Believe In God?’, que han servido de epitafio para el grupo y que, en contra de lo anunciado, aún pueden adquirirse en iTunes y escucharse en su Myspace.
Hemos seleccionado nuestras canciones favoritas en un playlist de Spotify que sirva de introducción para los advenedizos y recordatorio para los ilustrados, de goce común. Como reza en su última contraportada, ¿podría apagar las luces el último en salir?