Space Is The Place @ Caracol

La primera noche de la primera edición del mini-festival Space Is The Place parecía no comenzar con buen pie, a juzgar por el aforo inicial, pero según avanzaban las horas, fue llegando más público. Abrieron los madrileños Lüger, con su kraut-rock ruidoso a medio camino entre Neu! y Spacemen 3. Interpretaron su álbum de debut al completo, y si este es notable, plasmado en directo llega al sobresaliente, ya que temas como ‘Why Should I Care?’, ‘La Fin Absolue Du Monde’ o ‘Swastika Sweetheart’ son enlazados con piezas probablemente improvisadas que bien podrían haber tenido cabida en el disco.

Los siguientes fueron Stearica, un trío de Turín. Son compañeros de hazañas de Acid Mothers Temple (sacarán un disco conjunto próximamente), y por su calidad se entiende perfectamente. Potentísimos desde el comienzo de su actuación, de su música puede decirse que es como si los Shellac de Steve Albini hiciesen versiones de God Is An Astronaut (al igual que los irlandeses, cuyo reciente concierto en la capital desgraciadamente se nos pasó, sus temas son instrumentales).

El multidisciplinar combo japonés Acid Mothers Temple, en esta ocasión con su encarnación ‘& The Melting Paradiso U.F.O.’, por lo que se comentaba en la sala después de su concierto, ofrecieron el mismo show que en su última visita. Y parece que sí, porque o bien se pasaron por el arco del triunfo su reciente lanzamiento ‘In 0 to Infinity’, o bien lo tocaron de manera irreconocible. De todos modos el despliegue de energía pese a las canas que peinan varios de sus miembros fue algo espectacular. Una turbina sonora en la que se pueden apreciar ecos kraut y punteos a lo Jimi Hendrix, todo ello elevado a la enésima potencia. La desenfrenada actitud de Kawabata Makoto, guitarra principal y líder de todas las encarnaciones de la banda, fue lo más destacable, con un tremendo final, en el que se encaramó a los andamios del escenario, trepando hasta llegar a una de las columnas de altavoces, para finalmente dejar colgada su guitarra y marcharse. ¡Menudo pitido de oídos que nos dejaron las tres bandas!

La segunda jornada tuvo mayor afluencia de público, muy probablemente por la procedencia y el renombre de los cabezas de cartel. Los primeros en salir a escena fueron Reznik, un dúo doom/stoner, chica a la guitarra, chico a la batería, con una curiosa manera de entender esta música: la mayoría de los temas que tocaron no pasaban del minuto y medio, llegando como mucho a los tres minutos de duración. Sus canciones, instrumentales todas, son como «pop

emas», pero dentro de este estilo, claro. Pese a ser solo dos, con volumen y saber hacer (a destacar la habilidad del batería), llenaron (y llegaron) como si hubieran sido veinte.

La propuesta más interesante de la noche llegó a continuación con el concierto de los veteranos Akauzazte, quienes desde 1992 llevan dando guerra dentro de la música de vanguardia que nos llega desde el País Vasco. Todos los grupos que actuaron tanto viernes como sábado tenían, en mayor o menor grado, un nexo en común. Todos menos ellos, ya que su música tiende abiertamente a la experimentación, escapando de las convenciones del rock. Lo suyo es más de corte industrial, en la onda de Einstürzende Neubauten, eso sí, sin toda la parafernalia de materiales de construcción. Sonaron temas como ‘Bat’ o ‘Nere amari’ sin apenas melodía, con cantos y ritmos cercanos a lo tribal, con risas dignas de internado de frenopático. Fueron viscerales, primarios sin dejar de ser complejos, enormes.

Y para finalizar, otro dúo, OM, inicialmente formado por Al Cisneros y Chris Hakius, la sección rítmica de la mítica formación stoner-metal Sleep. En 2008 Hakius abandonaba, siendo sustituido por Emil Amos. A este último, por tanto, es a quien vimos junto a Cisneros el pasado sábado. Para disfrutar de la música de esta banda, una mezcla de canto tibetano y del estilo practicado anteriormente con su anterior formación, hay que tener paciencia. Sobre el escenario sólo hay bajo y batería. Son temas muy largos y monótonos, con las mismas notas repitiéndose constantemente, al igual que la forma de cantar, constante e invariable. A veces el bajo distorsiona, a veces no. A veces la batería es intensa, a veces tranquila. Con intensidad, y, claro, monotonía, se dejaron escuchar cortes del celebrado ‘Pilgrimage’, y del último, titulado ‘God Is Good’, como ‘Meditation Is The Practice Of Death’.

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Publicado por
Miguel Sánchez