Narrado con una pretendida torpeza y con la intención de mantener al espectador confundido la mayor parte del tiempo (apenas hay nombres, y los personajes se identifican únicamente a través de números), la novela discurre sinuosamente entre el miedo y el asco. Palahniuk recurre constantemente a la visualización de imágenes porno, y a una detallada descripción de toda clase de olores y sabores que terminan desviando en exceso la atención sobre la historia en general: la de una madre arrepentida por haber dado a su hijo en adopción.
Esto no significa que el lector no esté prácticamente enganchado hasta el final (tanto que sea capaz de leerse el libro en un suspiro), pero sí propicia que, una vez conocido el final, muchos se sientan decepcionados con el estilo narrativo, casi más cercano a la cultura del videoclip que a otra cosa. En ese sentido, algunos personajes terminan resultando demasiado vagos, o prácticamente deberían no haber ni existido, si atendemos a su escasa relevancia en la resolución del nudo. No obstante, sólo por la crudeza con la que el autor describe algunos de los recovecos del mundo del porno, la cosa merece la pena. 6.