Rita Indiana Hernández tiene poco más de treinta años y ya ha publicado dos novelas, ‘La Estrategia de Chochueca’ y ‘Papi’, ambas ambientadas en un desconocido ambiente underground (el que no nos enseñan en los folletos de las agencias de viajes) de la ciudad de Santo Domingo, con las que se ha convertido en uno de los más destacados valores de la literatura dominicana. Pero Rita, cual hombre del Renacimiento, no solo se centra en escribir sino que además es músico y desde hace un par de años viene componiendo y actuando junto a una sólida banda que se ha ido forjando a su medida, Los Misterios. Sus canciones sobreviven a una improbable mezcla de rock, tropicalismo, electro, funk y hip hop puestos al servicio de los sonidos tradicionales de la República Dominicana, el merengue y la bachata, o cualquier otro ritmo cercano al folklore caribeño, como el mambo, la cumbia o el son. En apenas unos meses y con el apoyo de la indispensable web Club Fonograma, que ofrecía para descargar canciones como ‘La Sofi’ o ‘El Blue del Ping Pong’, Rita pronto se ganó una enorme popularidad en el mundillo indie latinoamericano, al margen de la industria.
Y su repercusión llegó hasta los USA, con artículos en The Fader y el auspicio de DJ/Rupture, que la ha promocionado con fervor y ha producido su primer single publicado oficialmente este verano, ‘No Ta Llevando El Diablo‘, un trallazo de funk a caballo de un ritmo de merengue salvaje y de nuevo presumiendo de esa descacharrante verborrea cuasi-rapera que describe con crudeza la realidad menos vistosa de su país o la de los amigos y emigrantes que apenas sobreviven en la tierra de las oportunidades, e igual le da introducir temas de claro corte político (‘El Juidero’) que burlarse de la obsesión de sus compatriotas (y, a su vez, de casi todo el globo) por la cultura norteamericana (‘Equeibol’). Hace un par de semanas se editó digitalmente su disco de debut junto a su banda, Los Misterios.
‘El Juidero’, que así se llama el álbum, promete proseguir la línea iniciada por los puertorriqueños Calle 13, que busca sacar a gran parte de la música latina del pozo de inmovilismo que la ha mantenido como un producto de consumo de carácter sectario y exclusivamente lúdico. La imponente plasticidad de la imagen de Rita, ese físico potente al estilo Grace Jones, esa androginia, puede ser el imán que atraiga las miradas hacia su propuesta y la erija en líder de un cada vez más numeroso y variopinto colectivo (como los mexicanos Capullo, la colombiana Lido Pimienta o su amigo Antonio Jiménez –María y José-) que lucha por dar relevancia cultural y modernizar los géneros tradicionales de Latinoamérica. Ojalá demos una lección y nos enteremos en España sin que haga falta que los reivindique Diplo.