Win y Régine se presentaron con una banda de casi diez músicos, lo que incluía a dos chicas a las cuerdas, varias percusiones y guitarras. Win hizo lo que pudo como «frontman» dirigiéndose al público en castellano o subiéndose encima de los teclados, en medio de una escenografía desnuda y sin paredes laterales que tenía que meter a las 10.000 personas convocadas dentro del espectáculo. Sin embargo, el técnico de sonido traicinó a la banda, de la que no se percibía ningún detalle, como sí tiene que suceder en un concierto de rock de estas características. Las cuerdas no llegaron no a brillar sino ni siquiera a sonar por los altavoces, hubo momentos en que no se sabía si Win estaba cantando una letra o diciendo «thank you, Madrid» y ni siquiera las guitarras resplandecieron en un batiburrillo de sonidos en el que sólo se percibía con más o menos claridad la batería.
El público reaccionó bien a las adversidades decorando el setlist con bien de «ooohs», «wuaaaahs» y saltos. Es lo mejor que podía hacer para amortizar el precio de la entrada dadas las circunstancias. Y lo bien que estaba dispuesto el repertorio, que comenzó con ‘Ready To Start’ y ‘Month of May’, ‘No Cars Go’ en cuarto lugar, dejando para el falso final ‘Rebellion (Lies)’ y para el bis la hecatombe con ‘Intervention’ y ‘Wake Up’, permitió que la gente se entregara por completo. ¿De qué sirve quedarse amargado en una esquina porque no oyes nada cuando tienes la opción de unirte a la histeria colectiva? Sebas.
Si la elección de los también canadienses Fucked Up como teloneros ya se antojaba arriesgada, su actuación de ayer vino a confirmar lo poco apropiado de la elección. La apisonadora sónica del sexteto se diluía con rapidez, una burbuja de guitarras distorsionadas que hacia la quinta fila se pinchaba, sin llegar hacia la lejana cubierta del Palacio. Daba incluso la sensación de que el enorme y descamisado Damian Abraham paseando con poco ímpetu en el foso, era perfectamente consciente de que en ese entorno, su pólvora estaba mojada. Raúl.