El camino es largo y penoso. Comienza con una puesta en situación con menos interés que la intro de un videojuego. La presentación de los protagonistas, tres maripuris y dos chandaleros, parece una justificación de por qué los alienígenas han venido a destruir la humanidad. Lo entiendes. Estás deseando que los abduzcan para no verles ni, sobre todo, oírles más.
Llegan los extraterrestres. Y el desarrollo de la invasión no puede ser peor: un cúmulo de lugares comunes y situaciones mil veces vistas en el género, no ya de la ciencia ficción de los 50, sino en las más recientes ‘La guerra de los mundos’ (2005) o ‘Independence Day’ (1996). Los alienígenas acosan a los protagonistas mientras éstos intentan batir el récord de más gritos “oh-my-gods!” por secuencia. Además, como es habitual en este tipo de propuestas (un “’Paranormal Activity’ pero 100 veces más grande”, según los directores), el disparatado guión da lugar a varias perlas de humor involuntario. Una de ellas, donde una embarazada se queja del humo de un cigarrillo mientras los marcianos acechan tras la puerta, convertido en uno de los gags del año.
Pues bien. Contra todo pronóstico, cuando la película parecía abocada a ganar más razzies que toda la carrera cinematográfica de Madonna, un inesperado giro genérico, la avasalladora irrupción del melodrama épico, la eleva hacia cotas difícilmente imaginables por los pocos espectadores que aún no habían perdido la paciencia. Tras una vigorosa pelea a puñetazo limpio entre un marciano y un terrícola, ‘Skyline’ se convierte en una apoteósica historia de amor, un romance bigger than life que explota en medio del caos alienígena, estalla con un beso en plena abducción y revienta dentro de las entrañas de la bestia. 7.