Por todos es sabido que las finales de ‘Pekín Express’ no son en absoluto el culmen de la tensión televisiva. En general, el programa prefiere optar por dejar esta variable a la suerte, que no siempre juega en su favor, por lo que durante estas tres ediciones hemos asistido a juegos de inmunidad y carreras de caracoles infinitamente más emocionantes que el último programa del concurso.
Desde prácticamente el primer programa, la sombra de la sospecha ha planeado sobre Pekín Express, pero también sobre su homólogo francés, en el que se basa. José y Oier ya mostraron sus reticencias con el programa, aunque quizá pecasen de inocentes. Cualquiera que haya participado en un concurso de televisión sabe perfectamente que en la mayoría el contrato se firma minutos antes de empezar a concursar y que se trata de un contrato leonino en el que la productora, además de ostentar absolutamente todos los derechos sobre tu imagen (incluso si deciden hacer un politono con alguna frase que digas durante el programa), se reserva no pagarte si finalmente no se emite o si -desventuras de la vida- sucede cualquier otra cosa. La pasada edición, la sospecha también planeó en aquella tristísima etapa en la que Miriam y Carla terminaron volviéndose a casa, mientras que un coche de lo más sospechoso recogía a Meritxell y Alazne en una zona en la que no paraba ni el tato.
Es difícil saber si algunas de estas acusaciones tienen algún fundamento o no. Mientras que se entiende que, por ejemplo, los redactores no dejen dormir a los concursantes en la calle si pueden, o que solo se pague al ganador del concurso pese a los beneficios que se generan (¿hola? ¿no es esa la definición de la palabra «concurso»?), es difícil encontrar un motivo por el que Cuatro o la productora prefiriesen que unos u otros ganasen el programa y por lo tanto, objetivamente, las sospechas sobre el programa son más bien infundadas. Es cierto que si se mira a la progresión de los concursantes durante la carrera, Manolo y Marta merecían más ganar que Sandra y Belinda (al menos los primeros no se rindieron por completo cuando no todo les era favorable), pero también es cierto que en este programa la suerte juega un papel fundamental y que cualquier pequeño desliz supone una enorme ventaja para el contrincante. Claro, que hay que reconocer que es mucho más divertido idear conspiraciones por parte de la dirección del programa para que una u otra pareja resulte vencedora.