En el aspecto musical, uno puede asistir a conciertos desde el mediodía. Hay cuatro escenarios, todos dentro de un megacentro comercial y de ocio llamado Pavilion, que está situado a cien metros escasos de los apartamentos (lo cual hacía extremadamente fácil dejar o coger el abrigo cuando quisieras, prepararte algo para comer en cualquier momento e incluso echarte una siesta si el concierto no te interesaba). Las actuaciones están programadas de tal manera que se solapen lo menos posible: se concentran en los escenarios Pavilion, qué básicamente es un gran hall en medio del complejo, y Centre Stage, una discoteca situada en el primer piso y a la que se accede subiendo unas escaleras (nada comparado con las del Círculo de Bellas Artes en el Primavera Club). Los otros, los bares Reds y Crazy Horse (bares enormes, todo hay que decirlo) albergan en su mayor parte las actividades alternativas y los dj’s.
El ambiente que se vivía era muy tranquilo. Uno se espera una turba de chavales tímidos, delgados y paliduchos, pero hay de todo, desde los treintañeros-cuarentañeros que vivieron el primer Bowlie hasta tipos con aspecto de hooligan y cresta que jamás asociarías con ningún grupo de los allí presentes. Eso sí, el respeto es máximo, no hay apretujones (excepto en las actuaciones más movidas), si alguien te roza enseguida oyes un “sorry” y, sobre todo, nadie habla durante los conciertos. Un paraíso, vamos.
Viernes 10 de diciembre:
Teenage Fanclub: Actuaron en el escenario grande y llenaron. Un repertorio similar al de su actuación en el Primavera Club pero aquí, conscientes de que estaban ante “su” público (al menos en cuestiones idiomáticas), se mostraban más dicharacheros entre canción y canción; esto sería algo habitual en los músicos que participaron en el ATP, gracias al ambiente distendido del que se disfrutaba.
Saint Etienne: Llegaron tarde por problemas con el transporte y tuvieron que probar sonido mientras tocaban. El volumen, por ejemplo, subía y bajaba constantemente. A pesar de ello, fueron todo lo profesionales que pudieron y el público se mostró incondicional y les arropó cuanto pudo.
The Go! Team: Todo un derroche de energía el de esta banda comandada por la incansable Ninja, un huracán escénico. Sin embargo, el sonido fue bastante simplón y tras unas cuantas canciones aquello empezaba a parecer monótono. Debe de ser una apreciación personal del que escribe, porque el resto de la gente bailaba como si le fuera la vida en ello.
Sábado 11 de diciembre:
Isobel Campbell & Mark Lanegan: Al contrario que el resto de artistas, este dúo no pronunció ni una sola palabra en todo el concierto. El ambiente de concentración del público y la pulcritud del sonido creó una atmósfera especialmente idónea para su folk fronterizo. Lanegan cantaba suave y desgarrado; por el contrario, Campbell llegaba a cansar con su forma de susurrar las canciones.
Frightened Rabbit: A pesar de ser poco conocidos por nuestros lares y tocar a la hora de comer (al menos la hora española), actuaron en el escenario grande y con buena afluencia de público, ofreciendo un directo muy solvente. Bastante más épicos de lo que su nombre invita a pensar, tienen un regusto a los últimos The National pero sin la voz profunda de Matt Berninger. Atentos a ‘The Winter of Mixed Drinks’, su último disco.
Edwyn Collins: Con Teenage Fanclub como banda de acompañamiento y Alex Kapranos y Nick McCarthy, de Franz Ferdinand, como invitados especiales, la actuación del ex Orange Juice fue antológica. Al igual que en la que ofreció en el pasado Primavera Club, hizo un repaso tanto de sus temas en solitario como los de su banda. ‘Losing Sleep’, ‘I Can’t Help Myself’, ‘Rip It Up’ o ‘Falling and Laughing’ sonaron como nunca. Hizo tantos bises como le dejaron: fueron pocos para el público que se apelotonaba en el Centre Stage.
Dirty Projectors: Virtuosismo, experimentación y diversión, todo en uno. Todos tocan estupendamente, cantan estupendamente (no he visto nunca juegos vocales como los de las chicas de la banda; aparte, Amber Coffman, con su carita de niña buena que nunca ha roto un plato, tiene una voz que rivaliza con la de cualquier diva del R&B), son jóvenes y guapos y a pesar de ello te caen bien. Escuchar su último LP, ‘Bitte Orca‘, en disco se ha convertido para mí en una experiencia mucho más pobre después de ver de lo que son capaces en directo.
Belle & Sebastian: Una hora y tres cuartos que se hicieron cortas. Eran los reyes y lo sabían, con un Stuart Murdoch que parecía más una estrella del rock que un ídolo indie; se bajó varias veces al público para que le adoraran y, como es habitual, hizo subir a varios asistentes al escenario para bailar, a los que luego entregó su merecida medalla. En lo musical, intentaron cubrir la mayor parte de su ya extensa carrera, aunque (con dolor de mi corazón) dejaron fuera álbumes enteros como ‘Tigermilk’ y ‘Fold Your Hands Child, You Walk Like A Peasant‘. Del último, ‘Write About Love‘, tocaron cuatro temas, incluyendo ‘I Didn’t See It Coming’, con la que suelen empezar los conciertos de esta gira. El momento álgido llegó con una ‘Lazy Line Painter Jane’ apoteósica en la que Linnea Jönnson, de Those dancing days, clavó la voz de Monica Queen, que canta con Stuart la canción original.
Jenny and Johnny: “¿No es Jenny Lewis (cantante de Rilo Kiley) la chica más guapa del mundo?”, me preguntaba una bowlie mientras subíamos las escaleras para ver su proyecto junto al cantautor Jonathan Rice. No supe qué decirle ya que previamente me había enamorado perdidamente de Angel Deradoorian, la teclista de los Dirty Projectors. Anécdotas aparte, la música de este dúo, rock de raíces folk pero más bien tranquilo (vamos, casi a lo Rilo Kiley), nos dejó más bien fríos.
Franz Ferdinand: Eran la banda sorpresa del festival, aunque la organización del ATP ya avisaba de que podía haber problemas de aforo en su actuación antes de desvelarse el nombre del artista oculto. El Centre Stage, con capacidad para 2.800 personas, no fue suficiente. Como era de esperar, lo partieron: la gente no dejó de dar botes como loca, tanto que el suelo temblaba peligrosamente, cada vez más. Y eso que dejaron fuera ‘This Fire’ o ‘Take Me Out’, quizá previendo los posibles estragos entre la multitud. Definitivamente, una de las bandas más carismáticas de la actualidad.
Crystal Castles: Un pitido que reventó los oídos a más de uno durante la prueba de sonido ya lo avisaba: esta actuación no iba a tener medias tintas. Un verdadero milagro que el suelo del Centre Stage aguantara aquello.
Domingo 12 de diciembre:
Stevie Jackson: El guitarra principal de Belle & Sebastian (y el que mejor me cae del grupo junto a Chris “Beans” Geddes, el teclista) presentó sus canciones en solitario, un rollo folk pop con letras cuya temática y sentido del humor le emparentan directamente con Jonathan Richman. No en vano, uno de los temas que interpretó se llamaba ‘Vincent van Gogh’, que me hizo recordar enseguida al ‘No One Was Like Vermeer’ del fundador de los Modern Lovers. Iba vestido exactamente igual que el día anterior, con camiseta de rayas y gabardina azul. Qué lejos queda aquel tiempo cuando, en la gira del penúltimo disco de su banda, actuaba perfectamente trajeado. Pero su musicalidad sigue impoluta.
Vashti Bunyan: Esta cantautora folk de voz delicada publicó ‘Just Another Diamond Day’ en 1970 para acto seguido desaparecer durante más de veinte años. Felizmente, volvió al mundo de la música en 2005 con ‘Lookaftering’ y a partir de ahí ha comenzado a moverse más, ofreciendo en 2010 una gira que le ha llevado por diversos lugares de Europa, Japón e incluso Singapur. El público estaba hipnotizado con la belleza de sus canciones, interpretadas con dos guitarras, violín y teclado (con alguna flauta ocasional). El ambiente íntimo iba creciendo a medida que Bunyan comentaba las circunstancias en que escribió los temas, muchos nacidos a raíz de una traumática ruptura sentimental (de la que daba la impresión, sinceramente, de que no se había recuperado…)
The Vaselines: Otro de los conciertos del festival. Canciones clásicas coreadas a rabiar, aunque las pertenecientes a su último disco, ‘Sex with an X‘, no tanto. Frances McKee y Eugene Kelly hacen gala además de un sentido del humor envidiable… y un tanto burro (lo primero que hizo Frances nada más empezar fue pedir disculpas por su voz, ya que todavía le quedaba un poco de semen en la garganta). No faltaron ‘Son of a Gun’ (quizá la más celebrada), ‘Rory Rides Me Raw’ y ‘You Think You’re A Man’, entre otras.
Laetitia Sadier: La cantante de Stereolab presentó su primer disco en solitario con una guitarra eléctrica y dos amplificadores. Entre el cansancio acumulado por el ritmo de conciertos, la monotonía de su puesta en escena y la tranquilidad de su música, su actuación se hizo larga.
Them Beatles: Todo festival debería acabar con un grupo homenaje a los Fab Four. Les copiaban en vestimentas, acentos (después de tanto escocés suponía un alivio escuchar el deje de Liverpool) y bromas. El sonido, perfecto, calcado al original. La gente, enloquecida. Hacía pensar cómo sería un concierto de los Beatles originales hoy día, una experiencia inolvidable. Dividido en dos partes, una primera con sus éxitos más pop y una segunda dedicada casi por entero al ‘Sgt. Peppers’ y al ‘Revolver’ (olvidándose de mi disco favorito, ‘Rubber Soul’), llevaron a la gente al éxtasis culminando con ‘Hey Jude’.
Después de la experiencia vivida este fin de semana, no es de extrañar que muchos de los bowlies primigenios se encontraran entre el público de esta segunda parte. Nos vemos (presumiblemente) en 2021.