Una semana después de que comenzara la vista en Los Ángeles sobre el caso de Michael Jackson, el juez ha concluido que hay pruebas suficientes para acusar a Conrad Murray de suministrar una dosis excesiva de propofol, lo que causó la muerte del cantante. Jackson sufría una adicción a este anestésico, que necesitaba para dormir, y la defensa del médico ha argumentado incluso que fue el propio Michael quien se lo inyectó, tras amenazar a Murray con cancelar los ensayos de su gira si no conseguía descansar. Así, el médico se ha declarado inocente. De demostrarse su culpabilidad podría llegar a ser condenado a cuatro años de prisión.
Son muchos los testigos que han pasado en esta vista preliminar por el banquillo. Algunos han asegurado que Murray, a pesar de ser médico, pidió ayuda para practicar a Jackson
una reanimación cardiopulmonar. La fiscalía ha argumentado además que en las horas previas a la muerte de Michael, el médico le desatendió dedicándose a hablar por teléfono y que de hecho
tardó 21 minutos en llamar a una ambulancia para esconder el propofol.
De momento se ha retirado la licencia para ejercer de Conrad en California y se ha avisado a los otros dos estados donde puede trabajar de esta circunstancia por si quieren considerar la misma decisión.