En 2011, el brillante guionista Peter Morgan (‘El desafío: Frost contra Nixon’, ‘The Queen’), aprovecha la carga dramática y metafórica de este fenómeno, lo mezcla con la tradicional canalización espiritista, y lo pone al servicio de una historia de ausencias y soledades. Clint Eastwood aceptó la propuesta encantado. No en vano, sus últimas películas están habitadas por seres solitarios llenos de carencias emocionales: desde el huraño viudo de ‘Gran Torino’ (2008), a la madre soltera de ‘El intercambio’ (2008) o el entrenador y la alumna de ‘Million Dollar Baby’ (2004).
En ‘Más allá de la vida’ -¿por qué habrán “traducido” ‘Hereafter’ como el programa parasicológico de Telecinco?- explora tres tipos de soledades: 1) la del excluido, alguien que vive su capacidad para contactar con los muertos como una maldición, 2) la de la incomprendida, víctima de una experiencia cercana a la muerte que la aleja de su círculo social, y 3) la del huérfano, incapaz de superar la muerte de un ser querido.
Por medio de una puesta en escena solemne, con movimientos de cámara elegantes y ceremoniosos, y un montaje sereno que proporciona a la película un ritmo cadencioso y melancólico, Eastwood consigue dotar a la historia de un sentido del fantástico que podríamos calificar como una versión desecada de Shyamalan. Es como si hubiera (a)cogido una ficción del realizador de ‘El sexto sentido’ (1999) y la hubiera despojado de toda pirotecnia dramática -giros y sorpresas de guion- para, al modo de la obra maestra de Jonathan Glazer ‘Reencarnación’ (2004), transcender el material de partida y utilizarlo como poderosa metáfora sobre la vida, la muerte y las heridas emocionales que provoca su fricción. Algo así como la respuesta emocional al clínico acercamiento sobre las ECM de Raymond Moody. 8.