Como una especie de Sufjan Stevens monocromático. Creo que esa sería una buena opción para definir la música de Neal Morgan, un artista de Portland que se ha hecho un nombre gracias a la maravillosa creatividad que demostró como percusionista y batería de ‘Have One On Me’, el último y triple álbum de Joanna Newsom, a la que acompaña también en su gira y que ayer abrió el concierto para ella. El norteamericano mostró de nuevo (recordemos que hizo lo propio hace varios meses como músico acompañamiento de Bill Callahan) su talento para emocionar con apenas su voz y su magia a las baquetas. Usando (quizá más de la cuenta) baterías y arreglos pregrabados, dejó un inmejorable sabor de boca con su capacidad para emocionar con tan escasos miembros, presentando canciones de su primer álbum y de un segundo a publicar de manera inminente. 8
La harpista californiana se presentó en escena con una imagen espectacular, con larga melena, su característica cara aniñada y un raquítico vestido de terciopelo fucsia que rozaba lo hortera pero que resultaba enormemente sexy, atractivo realzado por su permanente sonrisa y sus constantes guiños al público. Flanqueada por los magníficos talentos de Neal Morgan y Ryan Francesconi (multiinstrumentista y arreglista en su último álbum), dos violinistas y un trombón, Newsom, ya fuera al piano o con su imponente arpa, triunfó anoche en Madrid escogiendo un repertorio perfecto, que ni en mis mejores sueños hubiera imaginado. Rescatando ‘Bridges And Ballons’ y la vibrante ‘Inflammatory Writ’ de ‘The Milk-Eyed Mender’ y apenas ‘Monkey & Bear’ de ‘Ys’ (gloriosa, eso sí), escogió lo mejorcito de ‘Have One On Me’ para el concierto de ayer. ‘Easy’, ‘You And Me, Bess’, ‘In California’, ‘Soft As Chalk’ (maravillosa, un regalo para el lucimiento de Morgan y Francesconi) y una celebrada y coral ‘Good Intentions Paving Company’ que culminó con un magistral solo del trombón, fueron interpretadas por la banda con una riqueza de matices casi apabullante y un sonido que rozó la perfección.
Tal era el despliegue que a menudo uno no sabía ni sobre cuál de ellos enfocar la atención en el escenario. Pero poco a poco quedó claro que todos los destellos de esos maravillosos músicos estaban ahí para realzar el brillo de Joanna Newsom. Al principio da un poco de risa todo su repertorio de gestos y mohínes pero, lejos de resultar irritante, resulta obvio que eso también es parte de su singular esencia, junto con su especial forma de entonar y su intachable calidad instrumental. Tras rematar el set con una escalofriante adaptación de ‘Clam, Crab, Cockle, Cowrie’, todos volvieron a escena para cerrar con una intensísima ‘Baby Birch’, con la que Newsom dejó claro que ella juega una liga superior, la de los artistas irrepetibles, únicos. Uno salía ayer del teatro con la sensación de haber vivido un momento memorable que será recordado en el futuro. Desde luego, resulta ya imborrable para los que pudimos presenciarlo. 9,5