Si cada disco que haces te deja una sensación concreta de algún tipo (el más alegre, el más triste…), ¿cuál sería este nuevo disco?
Los discos en principio no los planteo con un concepto o temática particular. Es una colección de canciones, desordenada, caótica… Una vez que lo termino y veo las canciones desde fuera, es verdad que todas pertenecen a un momento y tienen algo común, pero para verlo necesito un poco más de perspectiva, que pase el tiempo. Este disco tiene quizá la temática de la sensación de pérdida o de desarraigo de algo, pero creo que también hay bastante ilusión. Es una especie de pesimismo ilusionado.
¿Cómo recuerdas los discos viejos? ¿Qué sensación te ha dejado cada uno?
‘El manifiesto desastre’ es un disco que veo muy «desastre» en todos los sentidos. Era una época muy caótica. Intenté planearlo, como hago siempre, como si fuera un viaje, con una canción en medio que articule las dos mitades. Ese disco es como un viaje a la inversa, donde el principio era la última canción y el final sería ‘Dry Martini SA’, que era la primera canción. Y en medio había un viaje en el que pasaban cosas muy extrañas.
Has dicho que al repasar tu discografía anterior, algunas canciones te parecían demasiado «retorcidas». ¿A cuáles te referías?
Tampoco me refería a ninguna en concreto. Al elegir repertorio en la gira pasada, había canciones que me gustaban o les tengo cariño, como ‘El salitre’, que la toqué bastante tiempo, pero que les quitaba una estrofa porque creo que con ellas me alargué más de la cuenta. Al elegir canciones de este disco quería sintetizar más algunas ideas. Pero las ideas que tienes antes de escribir tampoco te sirven para mucho. ‘Taberneros’ dura casi siete minutos.
¿Qué salió primero en ‘Taberneros’? ¿El título, el estribillo? Tiene un punto tradicional como de Lucas 15.
Resurge de una melodía tradicional asturiana, que habla sobre amores y vino traidor. Tenía previsto versionarla para Lucas 15, pero le cambié la melodía, el ritmo, las estrofas y al final fue una canción diferente. Sin embargo, seguía teniendo el punto tabernero, tradicional… y la llamé así por un sitio que se llama Taberneros que hay en Madrid, al que que iba mucho.
¿Ya no vives en Madrid?
No, he pasado temporadas largas en Madrid, pero siempre he vivido en Gijón. Los últimos años alterné ambas ciudades, pero mi casa, digamos, está en Gijón.
¿Lucas 15 está aparcado de momento?
Sí. Hay mucho repertorio, intentamos coger canciones, pero estamos un poco liados. A lo mejor este año nos ponemos con ello, pero no sé.
‘Reloj sin manecillas’, esa canción tan corta y un poco más optimista, sobre todo en el estribillo, ¿es de las que tocarás siempre o de las que no?
Es una canción que tocaré. Lo que pasa es que el repertorio de los directos… voy tocando todas y las que se van cayendo es porque las toco de manera mecánica o automática. Entonces es cuando las sustituyo por otras. Esta canción ya la estamos presentando.
¿Es de tus favoritas?
No sé, le tengo cariño y manía a todas por igual.
Repites coros infantiles. ¿Qué canciones a lo largo de tu vida te han gustado con este tipo de coros?
Hay una de Leonard Cohen que incluye coros infantiles y que siempre me gustó mucho. El concepto de coros infantiles de un disco que salió hace poco, el de Dead Man’s Bones, me gustó mucho también. Este disco tiene detalles de un coro completo, son canciones muy bonitas y al hacer el nuevo disco lo estuve escuchando mucho.
El mundo infantil y las brujas también salen en las letras. ¿Ha sido consciente hacer un álbum con una temática como más infantil por alguna razón?
Sí, pero tampoco es algo de lo que me diera cuenta hasta que terminé el disco. No sé, yo no tengo hijos, pero muchos amigos en esta época tienen críos. A mí me gustan mucho los niños. Cuando los ves, ves alguien feliz, disfrutando de todo tanto… Luego ya las cosas se complican y empiezas a tener demasiado pasado y demasiadas ideas para el futuro. Cuando eres niño es cuando vives el presente de una manera más brutal.
En ‘Cosas que no hay que contar’ hay un piano muy francés, ¿tú crees que puede ser? ¿Ha sido una influencia?
Puede tener algo de francés o de música más europea. Es aportación de Abraham Boba, sobre todo, es algo presente en todas sus composiciones. Toqué con él estos últimos años y tiene un gran peso en la banda.
¿Ves más peso de los teclados en este disco, en ‘El mercado de Sonora’ o ‘La comedia humana’?
Dejo libertad a los músicos, aunque a veces tengo los arreglos en la cabeza o pienso en una línea de teclado. Abraham toca el armonio, el órgano y tiene un montón de instrumentos… Hay un montón de arreglos de ese tipo metidos en el estudio.
En un tema metes la frase «Una temporada en el infierno». ¿Tú tampoco te has leído el libro, como Fangoria?
¿Fangoria no había leído el libro? (risas) Yo sí lo he leído, pero no hay una influencia directa. Hay un verso parecido en una canción de Leonard Cohen, ‘Paper Thin Hotel’, que dice que para ir al cielo, hay que pasar por el infierno.
¿Te gusta el libro de Rimbaud? Es duro…
No sé, los modernistas franceses no son de mis favoritos. Me gusta un poco más Verlaine, pero tampoco es de mis favoritos.
A la hora de la verdad, ¿qué diferencia ha habido entre este lanzamiento en Marxophone y haberlo hecho en Limbo?
Realmente no hay una gran diferencia. Cuando trabajaba con David y Carmen, decidimos las cosas entre todos. Aquí también hablamos de cómo hacer las cosas. Lo único es que llevaba ya diez años con ellos y como cualquier relación, se ha resentido con el tiempo. También había cambiado el mundo del negocio del disco… Marxophone no es sólo sello sino que trabajamos con los conciertos. Planificamos lanzamiento y gira a la vez. Es un poco parte de la música, todas las decisiones se toman de manera consensuada.
Ellos dicen que volverás (lo llaman «paréntesis»), ¿es una broma o a qué crees que se pueden referir?
A veces vuelves…
Sí, a veces se vuelve. Les tengo cariño y mucha admiración a su trabajo, no descarto nada, pero ahora estamos empezando algo nuevo.
Sales en el próximo vídeo de Ornamento y delito, ¿cómo te has dejado engañar?
Habían tocado en el Festival de Cine Gijón, me llevaron a un sitio que hacía muchísimo frío. Me maquillaron, me pusieron lentillas para hacer de zombi. Hago de muerto, no hago más que estar muerto. Somos amiguetes, me gusta el grupo y lo hago encantado.
Hay cierta escuela de gente que canta como tú, aunque a ti no te gusta mucho tu voz.
Yo tampoco lo aprecio, tengo un problema con mi voz. Me cuesta reconciliarme con ella. Disco a disco busco la manera de estar cada vez más cómodo y cada vez lo consigo más.
He leído que vas a conceder una entrevista a este blog en el que suben noticias tuyas únicamente. Me ha hecho gracia porque hay artistas que se vuelven contra su página web no oficial. ¿Sigues esta página?
No la sigo porque no soy muy de internet. Utilizo el correo un poco y gracias. Además el ordenador no me funciona bien, no funciona ni la «z» ni la «v», tengo que copiar las letras con «control + c»… pero me cuentan cosas que han salido. En concreto en este blog igual me sentiría un poco incómodo de leer ciertas cosas, no sé… Recuerdo cuando antes se hacían fanzines, radios libres, que luego eran absorbidos por revistas… Ahora hay otras cosas más como vosotros, y hay que cuidar eso. En la escena en la que estamos son importantes estos medios.
¿La idea de lanzar un 7″ y un 10″ es algo seguro o va a medio plazo?
Es seguro, el single ya está hecho. La idea era tenerlo antes del álbum, pero lo vamos a dejar para el inicio de la gira. Va una cara B que no sale en el álbum con ‘La gran broma final’. Y luego, como otras veces, tengo canciones grabadas que quiero meter en un EP, que saldrá en diez pulgadas. Entre los tres, single, EP y disco, sería como el álbum al completo.
Christina Rosenvinge ha dicho en entrevista que no quieres cantar con ella, ¿y eso?
Eso es mentira, es una mentirosa (risas). No es así. Lo que pasa es que, lo hablamos muchas veces, ‘Verano fatal‘ es un disco apresurado, aunque es bonito y cortito, resulta un poco irregular. Nunca nos sentamos a escribir juntos. Teníamos ideas, pero soy muy pudoroso para escribir juntos, mano a mano, y me cuesta mucho. Pero yo creo que lo haremos algún día.
Pero en realidad has hecho muchas colaboraciones como la de Bunbury…
Ya, pero con Enrique las canciones eran de cada uno. Con Christina es la única vez que me senté a hacer una canción, que fue la del ‘Verano fatal’. Otras canciones que grabamos juntos eran canciones que tenía medio acabadas y ella añadía alguna frase. Pero sentarnos a escribir todo el disco juntos no lo he hecho. Si lo hiciera con alguien, me gustaría que fuera con Christina.
La palabra cantautor ha cambiado bastante desde ‘Actos inexplicables‘, ¿crees que has hecho mucho por esta palabra?
Cuando empecé es verdad que parecía que tenía connotaciones, remitía al rock más que al pop, pero yo me sentía cerca de Fernando Alfaro, Antonio Luque… Yo creo que si no se les llama cantautores es porque salieron con otro nombre (NdE: Chucho, Sr Chinarro). Si yo hubiera salido con sobrenombre, que no lo hice porque no se me ocurrió nada chulo, quizá no se me habría considerado cantautor. Como con lo de salir en la portada.
Con los años, ¿te ha gustado algún cantautor que no te esperabas, tipo Sabina? Parece que hay que odiarle de adolescente, pero luego te reconcilias con cosas…
Me pasa algo parecido. Tengo en mente muchas canciones suyas porque mi padre lo ponía en el coche todo el tiempo y me llevaba a conciertos. Y luego le cogí manía porque era como lo peor de lo peor. Pero sus primeros discos tienen alguna canción bonita y de todo este disco más rumbero, el ’19 días y 500 noches’, me gustó mucho la producción. Me reconcilié con él. Luego tiene la parte urbana que no me llega nada. También escuché cosas de Aute que me han terminado gustando mucho. Albert Pla me gusta mucho y es un tipo de canción de autor más moderna, que también me interesaba y que me ha influido mucho, le cogí algunas cosas. La chanson francesa también tiene muchas cosas interesantes. Tirando hacia canción sudamericana, Chavela Vargas, José Alfredo Jiménez, Cuco Sánchez… han influido mucho en la canción de autor.
Has dicho que la posmodernidad ha derivado a la derecha actual, ¿a qué escena te refieres exactamente?
Es verdad que decir «posmodernidad» no es decir mucho. Me refiero a una especie de carácter, algo que pertenece a nuestra generación, a un sentido del humor, a una mala leche, una especie de cinismo… pero siempre hacia los demás, nunca para reírse de uno mismo. Lo veía un poco en mi generación y ahora lo ves aún en los que tenemos treinta y pico años, aunque con el tiempo yo creo que se tenía que haber perdido eso. Aquello derivó en un individualismo muy salvaje, todo el mundo criticando a todo el mundo. A la gente que tenía alrededor le gustaba más definirse por las cosas que detestaba que por las que les gustaba: «Esto es un asco, esto es una puta mierda» y lo decían con una pasión y una vehemencia… Nada les llevaba a decir las cosas que les gustaban y eso me parecía muy decadente. Creo que no hay que dar tanta importancia a las cosas que no te gustan y yo he aprendido a respetar lo que sea. Esa cosa decadente es lo que yo llamo posmodernidad y que lleva a ese individualismo tan extremo.
¿A qué escena te refieres? ¿Te refieres a algún tipo de música en concreto?
Me refiero a una pequeña burbuja, la escena en que me movía, la escena independiente. Es algo que vi más en los 90, ahora yo creo que hemos madurado.
¿Tú también te ríes de ti mismo cuando te ves en la prensa rosa?
Sí, hombre, claro, te ríes…