Anoche, el trío de Tel Aviv convirtió la Moby Dick en una batalla campal en la que, al prescindir del escenario de la misma, artista y público estuvieron en constante contacto, rompiéndose esa habitual barrera. Shalev daba saltos por toda la sala; se subía a la barra (impagable la expresión de perplejidad/miedo de la camarera); se encaramaba a las estructuras; pedía la colaboración de los asistentes, servidor incluido, para hacer de camilla humana y él así poder tirarse en plancha; y tiraba todo tipo de líquidos y objetos a su paso, armando en definitiva un caos de lo más divertido. Y por supuesto, sus compañeros de grupo le seguían allá donde él fuese, con sus instrumentos a cuestas (menos mal que la batería que usan es mínima).
La música (sí, también hubo de eso) fue muy acorde con el resto del espectáculo, ya el rock garajero que practican, muy en la onda de The Gories o los primeros White Stripes, aunque con un punto stoner, posee esa misma fuerza primitiva que desprende la actitud de la banda. Entrelazadas por distintas improvisaciones, pudimos distinguir temas como ‘Everything That I See’, ‘Flesh And Blood’ o ‘Body Language’ pertenecientes a sus dos LP y a su primer EP. Una pausa en la que Ami se dedicó a hablar de Cristiano Ronaldo, el Real Madrid, el Barça y el dinero que se está llevando José Mourinho a Portugal sólo por escribir en su libreta durante los partidos, dio paso al bis. Todos los lunes deberían ser así para comenzar la semana con buen pie.