Recordando el Ocho y Medio

Este fin de semana el Ocho y Medio (aka Ochoymedio) celebrará sus dos últimas sesiones en la Sala Flamingo, tras la venta de esta a Inditex. Como hemos venido informando, mañana viernes pincharemos 15 minutos a partir de la 1 junto a otros 7 dj’s o combos de dj’s que han pasado en estos 11 años por la cabina, y el sábado será la despedida final con miniconciertos de La Casa Azul, Hidrogenesse, Klaus & Kinski, Aviador Dro, Los Punsetes, L kan, Cycle, etcétera. Desde JENESAISPOP no hemos podido evitar recordar nuestra anécdota personal favorita, el día que mejor lo pasamos o nuestro concierto favorito a modo de homenaje. Mañana publicaremos un segundo especial con opiniones de parte de los artistas que actuarán o pincharán este fin de semana.


«Por favor, apaguen los radiadores», suplicaba Genís en un concierto de Astrud con un Ocho y Medio hasta la bandera donde algunos podíamos haber muerto de lipotimia o de deshidratación súbita en aquel junio de 2002. ¡Pero qué felices! El Ocho y Medio ha sido prácticamente el único sitio que me ha retenido hasta el amanecer en la noche madrileña y han pasado sólo unas semanas desde que mi banda actuó por primera vez (y desgraciadamente última) sobre el escenario de la sala Flamingo. Demasiadas anécdotas para un párrafo tan pequeño. Imposible explicar por qué las noches por la Gran Vía no serán ya nunca lo mismo. Ángela.

«Reconozco que últimamente no me dejaba caer mucho por el Ocho. Hay que estar muy seguro de uno mismo para que la depresión más absoluta no te ciegue al compartir local con gente que estaba en el colegio cuando abrió aquello. Si lo pensamos de ese modo, el cierre de la sala podría verse como algo positivo, ya que nadie menor de 30 años podrá decir que aquel fue el sitio de su generación. Sí lo fue de la mía. Como los gatetes que juegan a cazar preparándose para lo que les espera en la vida adulta, en cierta manera podría decir que he madurado al calor –nunca mejor dicho– de una sala que me descubrió que lo indie, lejos de lo que pensaba antes de llegar a Madrid, también podía ser divertido. Claro que hacía tiempo que se habían ido los años en los que lo único que importaba era bailar en la tarima canciones de Chico y Chica para resarcirse del fracaso de ligoteo de cada viernes. Y aunque el escenario de aquella época dorada permanece casi intacto, todo cambió cuando los chupachups que vendían en el ropero los cambié por chupitos-copa de Jägermeister. No echo de menos lo de entonces, mola ser más viejo. Pero decirle adiós al Ocho es decirle adiós a demasiado. Después del sábado, lo único que nos quedará será reunirnos por grupos de trabajo en ese futuro almacén para, como decían los Astrud, tratar de acordarnos». Claudio.

«Qué amarga noticia que el Ocho y Medio deje su sitio. Un club en el que hemos disfrutado mucho con nuestros amigos, de sus conciertos, su música, su público, marcando nuestras mejores coreografías, riendo y llorando (un poco)…, que consiguió durante varios años que estuviésemos ansiosos de que llegase el viernes «para ir al Ocho». ¡Qué recuerdos tan buenos nos dejas! Muchas gracias. Desear a todo el equipo mucha suerte en su nueva apertura, que allí estaremos para apoyarles». Elena.

«Llevo prácticamente toda la mañana intentando seleccionar mi mejor recuerdo del Ocho y Medio. Y lo cierto es que no puedo, porque son tantos que no podría escoger solo uno: la historia del Ocho ha sido, es y (espero) seguirá siendo parte de la historia de mi vida. Es probablemente uno de los locales en los que más tiempo he pasado, uno de los sitios donde más ilusión me ha hecho pinchar, el sitio donde he celebrado la despedida de soltero de un amigo o el lugar donde celebré que España ganase el Mundial, por poner algunos ejemplos recientes. Pero no es solo eso: el Ocho y Medio es, con toda seguridad, el sitio donde más veces me he enamorado, pero también donde más veces me han roto el corazón. Es el sitio que más veces me ha hecho canturrear ‘One Night Stand’ de The Pipettes un sábado por la mañana. Es el sitio por el que he esperado estoicamente en colas kilométricas a bajas temperaturas. En su puerta, he pelado la pava al cierre hasta que hemos decidido irnos a casa o al Éboli, ese after sui generis que tanta alegría dio a Madrid hasta que el Home Burguer se lo zampó. Es un lugar donde he llorado ante la inminente despedida de un amigo que se marchaba a otro país, y el que más veces me ha hecho exclamar «qué gran noche» al ver mis zapatillas negras de roña a la mañana siguiente. En el Ocho y Medio he vivido algunos de los momentos musicales y extramusicales más importantes de mi vida, y donde mejores ratos he pasado con mis amigos. Será por eso que recuerdo, nítidamente y como si fuera ayer, la primera vez que traspasé sus puertas, a mis tiernos 18 añitos de edad». Farala.

«La Sala Flamingo me ha dado muchos de los mejores momentos de mi vida, ya siendo Ocho y medio, alguna fiesta travesti o incluso los últimos tiempos del Dark Hole. Lo descubrí en 2005 una noche en la que un amigo me sacó literalmente de la cama para llevarme a una fiesta. Y flipé con que estuvieran poniendo Patrick Wolf y la gente bailara como si no hubiera un mañana. Desde entonces he conocido a los que hoy son mis amigos, y con ellos y gracias a ellos me he reído y he bailado las veces que más y mejor; hemos celebrado cumpleaños, despedidas de solteros, rupturas sentimentales; hemos mirado el reloj a las 3 con el único objetivo de acabar en el Éboli devorando tortilla y mixto huevo, rematando así noches realmente especiales; hemos descubierto canciones, grupos, DJ’s y hemos visto conciertos excepcionales de Astrud, Stereototal, Lady Gaga, Dragonette, La Casa Azul… todos ellos grabados para siempre en la retina; hemos visto gente besar brazos en escaleras, intentado hacernos colegas de la Pelorrosa, nos hemos tirado a por el chupito de Jägermeister de rigor nada más llegar, hemos ligado y no nos hemos comido un colín, y también nos hemos intentado a la mañana siguiente hacer el firme propósito de no volver a beber allí… De todo, me quedo con todos esos momentos de bailar en la tarima mis canciones favoritas con mis amigos, y eso Zara no se lo lleva, me lo quedo yo». Flat Eric.

«La primera vez que fui a la sala Flamingo, a una sesión del Ocho y Medio, creo que fue uno de los viernes de febrero de 2001. Éramos poquitos, había mucho sitio para bailar, y nos mirábamos unos grupos a otros. A partir de entonces, momento en el que estaba descubriendo Madrid, mis deseos eran que llegase el viernes para volver a ir al Ocho. El objetivo era terminar en el club y un viernes sin acabar en la sala Flamingo era casi un drama. No había un club igual. Los recuerdos de unos años más tarde son los de estar encaramado en la tarima pequeña, intentando bailar, porque literalmente en el meollo no cabía nadie más, y para mí esa imagen es un recuerdo de la felicidad; todo el mundo estaba bailando igual y las coreografías desde la tarima de enfrente eran hipnotizantes. Y es que han sido tantos, tantos, tantos, tantos los momentos que he vivido en ese subsuelo, que desde luego esta noticia la vivo como una pequeña desgracia, una pérdida que esperemos que encuentre pronto su lugar». iko

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«El Ocho y Medio es el club que ha marcado mi vida definitivamente. Ahí descubrí, junto a mis amigos de toda la vida, el concepto que hoy todavía tengo de la diversión, de la música, del flirteo, de la moda, de los chicos y las chicas… Nunca, en ningún sitio y desde el año 2000, me lo he pasado tan bien en ningún sitio como en el Ocho y Medio. Aún recuerdo cuando no podíamos faltar un solo viernes. Cuando, teniendo que coger un autobus para ir a Bilbao a ver a Radiohead a las 8 de la mañana de un sábado, dos horas antes estaba saliendo del 8 y Medio. También recuerdo el único viernes que falté porque mi prima decidió casarse fuera de Madrid: menudo viernes rabioso de 2001. El mejor grupo de amigos que se pueda imaginar se ha ido formando poco a poco y año tras año dentro de esa sala. Nuestra amistad y nuestra vida ya está marcada por momentos dentro de la Flamingo. Mi actual pareja y yo nos conocimos en el Ocho y Medio. ¿Cuánto tengo que agradecerle a la sala? Todo: amigos, pareja, momentos de felicidad y hit tras hit de música». Nuria.

«Para mí este club significa mucho no solo por lagotera que me ha proporcionado en los últimos anos. Tiene un valor sentimental inmenso porque al ritmo de «y estrechar al fin los lazos de amistad» se ha forjado la relación con quienes son hoy mis mejores amigos y casi mi familia. Además, un viernes cualquiera mientras sonaba ‘Human’ de los Killers besé por primera vez a la persona de la que hoy estoy enamorada. Algunos de mis mejores recuerdos se quedan en el nuevo almacén de Zara, aunque siempre los llevo conmigo». Patata.

«Una de las mejores anécdotas para mí, aunque no la más divertida, claro, fue ir al Ocho y Medio varias veces embarazada de mi hija, la última vez de 7 meses, ante el asombro total del puerta, al que además dije que estaba en lista. Iba a un concierto con mis amigos y después nos quedamos en la sala. La noche fue genial: me fui encontrando con compañeros de trabajo y con amigos que hacía tiempo no veía (de no salir, claro) que lloraron de la emoción ante tal acontecimiento. A pesar de tener una tripa gigante, nadie me coló en el baño pero di bastante que hablar al personal. Hasta las cinco de la mañana mi hija y yo estuvimos dando todo lo que pudimos, teniendo en cuenta los humos y esas cosas que ya afortunadamente han desaparecido. Hubo un tiempo en el que quisimos casarnos un jueves en Franela, pero éramos muy novios y para cuando fuimos marido y mujer ya no existía el club». Patri.

«Mi momento favorito en el Ochoymedio ha sido el último. Hace como un par de semanas y lo recuerdo como la vez que mejor. Eso que ya no salgo como antes y a menudo tengo la sensación de haberme perdido algo. Ya no me reconozco en todos esos jovencitos que, aunque me cuesta hacerme a la idea, nacieron cuando yo ya era un adolescente. Pienso que pensarán qué hace aquí este señor, pero seguramente no pensarán nada. Esa noche no estábamos todos, pero los que fuimos nos juntamos de nuevo allí al fondo, junto a la barra pequeña. Y lo pasamos genial, como casi todas esas otras veces. Ese rincón lo siento como mío porque ahí es donde todos, en algún momento, nos besamos, bailamos, enfadamos, bailamos, enamoramos, bailamos, lloramos, bailamos, reímos, bailamos, planeamos subir a la tarima, bailamos… La pequeña historia de mis amigos, la de esta web, la mía, se han fraguado en ese rincón y lo echaré de menos, al menos algún tiempo. Con suerte, más de lo que tardará en abrir el Ocho en su nuevo emplazamiento, donde encontraremos nuestro nuevo rincón donde perpetuaré mi definitiva decadencia y seguiré sintiendo que, aunque ya no tenga veintipico, sigo perteneciendo a eso y eso me pertenece a mí. Al menos algún tiempo». Raúl Guillén.

«El mejor recuerdo que tengo (y no tengo muchos ya que no llevo mucho tiempo en Madrid) es el del concierto de Espaldamaceta, cuando teloneó a Francisco Nixon en marzo del año pasado. José Juan convirtió el último tema de su repertorio en una divertidísima improvisación a cappella que nos hizo soltar carcajada tras carcajada. Humor y música perfectamente aunados». quietmansmiling.

«… el día que oí hablar del Ocho a través del IRC; el día que entré por primera vez y en la puerta me dijeron: «hoy es pop, ¿eh?»; los tiempos en que había tan poca gente que no hacía falta dejar el abrigo en el ropero; el día que todo el grupo que nos gustaba gritó en la puerta al ver aparecer el camión de la basura a gran velocidad; los tiempos en que no teníamos dinero más que para la copa de la entrada; el día que absurdamente aparecimos en un flyer como dj’s; la primera (y penúltima) vez que me gritaron «¡guapo!» en un club; el descubrimiento de que nudozurdo eran mucho mejores de lo que parecían y de que ‘Fever’ de Kylie molaba; el concierto de Astrud en el que sudaban hasta las paredes; el día que mi pareja no dejó de mirar a un chico en la tarima, cerraron con ‘Yellow’ y empecé a sentir algo escuchando a Coldplay; la primera vez que nos reconciliamos (portando corbata cuando se llevaban); el día que Christina Rosenvinge, número 2 del año en Rockdelux, fue a ver el concierto de Joe Crepúsculo, número 1 del año en Rockdelux, y el juego que nos dio la tontería; el día que vimos atónitos a Hator colándose en los camerinos y saludando desde detrás de la cabina; el lugar donde más me he encaprichado de alguien de la manera más tonta; la primera vez que vi una coreografía en la tarima grande, con ‘Electricistas’ de Fangoria (todavía imitamos los pasos); la primera vez que me atreví a subir a la tarima para bailar (‘Girl From Mars’ de Ash (!)); el día que la jefa de la sala me llevó a un cuartito para sacarme los papeles que demostraban que en el Ocho no había garrafón después de haberlo escrito yo en internet; la época en que sonaban varios temas de ‘Rock Station’ de McNamara como si todos hubieran sido número 1 de 40 Principales; el día que Carlos Berlanga estaba en la barra mientras alguien pinchaba ‘Vacaciones’…» Sebas.

Foto: MySpace.

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Publicado por
JNSP
Tags: ocho y medio