En realidad, no parece el lenguaje el mayor impedimento para que Manel alcanzaran la fama a nivel nacional o en el mundo independiente. Llama más la atención que el grupo no sea una banda de rock al uso. La guitarra eléctrica de Roger Padilla no llega a atronar como el público alternativo está acostumbrado a escuchar en los conciertos a los que suele asistir y, además, Manel no cuentan en directo con la riqueza instrumental que tanto viste sus canciones en estudio, con la excepción de un clarinete en uno de los temas. Reducidos al formato guitarra eléctrica, acústica o ukelele, bajo y batería, Manel suenan más que nada a Serrat y Lluís Llach.
¿Por qué triunfa entonces su directo entre un tipo de gente que no ha perseguido precisamente a estos artistas por las carreteras de España? En primer lugar, por la espléndida organización del setlist, que arranca con temas del último disco, ‘El Miquel I L’Olga Tornen’, ‘La bola de cristall’ y ‘El gran salt’; sitúa hacia la mitad tres hits seguidos, como son ‘Boomerang’, que arrancó las primeras palmas del respetable, ‘Dona estrangera’ y ‘En la que el bernat se’t troba’; deja para el último tramo ‘Aniversari’, ‘Ai Dolors’ y ‘Benvolgut’; y regala como bis ‘Gent Normal’, la versión de ‘Common People’ de Pulp, lo más acelerado de la noche, y la coreada ‘Al mar!’.
En segundo lugar, el extraño humor de Guillem Gisbert, una suerte de versión masculina de Marina de Klaus & Kinski, capaz de alternar el humor más surrealista con el más cotidiano. Como muestra, dedicó ‘La canço del soldadet’ al batería Arnau, que según él, había pedido ser mayor hacía sólo un par de años, cuando era un niño, pasando a explicar lo poco conveniente de girar con él por este motivo; y además bromeó sobre la presencia de un cubo gigante en el escenario, que según él habían traído en el AVE para sorpresa del revisor, pero que en realidad pertenecía a la obra que se representa en el Teatro Lara ‘El título de este espectáculo no es mi madre‘.
En tercer lugar, la solvencia de la banda, con especial mención a Roger, que hace unos fantásticos coros, incluso aguantando sin inmutarse cuando Guillem le toma el pelo en ‘Aniversari’, y de vez en cuando contagia sus ganas (ayer contenidas) de bailar moviendo la pierna en ‘Boomerang’. Y en último, las características del recinto, con todo el público sentado. ¿Habría funcionado un concierto de estas características a las 23.00 en La Riviera?
A falta de que un directo futuro nos ofrezca todos los matices que queremos de Manel, el segundo solicitadísimo bis con ‘Deixa-la, Toni, deixa-la’, coreado a petición de Guillem una y otra vez, dando lugar a uno de los momentos más bonitos de la noche, sirvió para recordar que Manel están justo donde se merecen. 8.