Dadas las características calmadas de la música que estuvo sonando, en la cual el silencio jugaba un importante papel, fue de agradecer el respeto del público durante gran parte de la actuación, permitiendo de este modo que cada nota se disfrutase plenamente (dentro de lo que las cualidades acústicas de la sala permiten, evidentemente). Aun siendo sólo tres músicos sobre las tablas, no hacía falta más, ya que unas estupendas voces (a destacar la de Lindsay, absolutamente deliciosa) y un versátil batería, quien en ocasiones dejaba de percutir para tocar la melódica o el carrillón, rellenaban todos los huecos posibles. Si en la Nasti alcanzaron momentos sobrecogedores, en un Teatro Lara habrían alcanzado la gloria. Que vuelvan. 7
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