Si ‘Zombies Party’ (2004) era un homenaje alocado al cine de muertos vivientes y ‘Arma fatal’ (2007) a las películas de acción ochentera, ‘Paul’ lo es al cine de ciencia ficción, sobre todo a las películas de Spielberg ‘Encuentros en la tercera fase’ (1977) y ‘E.T. El extraterrestre’ (1982). Pegg y Frost han escrito una comedia no demasiado brillante pero con momentos divertidos y plagada de ocurrentes citas para iniciados. La diferencia con sus anteriores trabajos estriba en el cambio de director: de Edgar Wright (que rodó sin ellos ‘Scott Pilgrim contra el mundo’) a Greg Mottola.
Al igual que en sus estupendas ‘Supersalidos’ (2007) y ‘Adventureland’ (2009), Mottola corta el tejido paródico de ‘Paul’ con las tijeras de la melancolía. El director deja al descubierto lo que hay detrás del disfraz físico y emocional del friqui, de la pareja de inmaduros protagonistas que viajan en caravana por la “carretera extraterrestre” (la ruta 375 de Nevada donde está el Área 51): el miedo a crecer, el pánico a salir de su cascarón adolescente hecho de cómics y cultura popular. Una burbuja que se encargará de hacer explotar el personaje más inesperado, la materialización de sus sueños ufológicos: un extraterrestre.
Como toda road movie, aunque sea paródica y con aliens, ‘Paul’ esconde una metáfora sobre el viaje interior. En este caso, un viaje hacia la madurez, hacia el fin de un periodo vital. Un camino lleno de obstáculos que tiene un objetivo: encontrar la fuerza y la capacidad necesarias para asumir riesgos profesionales y sentimentales que den un nuevo significado a las estancadas vidas de los dos protagonistas.
¿Parodia y melancolía? ¿Locura y discurso existencial? No es que sea la mejor de las combinaciones, pero funciona. 7.