Rosvita, el rock como juguete

Rosvita actuarán este sábado 27 de agosto en el auditorio al aire libre Pilar García Peña de Madrid, dentro de la programación de los Veranos de la Villa. Entre la mucha publicidad que se da a este ciclo no figuraban en ningún cartel: uno tenía que rebuscar en la web para dar con su nombre. Pero ahí están. Esto es más o menos lo que le ha pasado a este «trío madrileño de calcetines rojos y cordones desatados», como ellos mismos se definen: están ahí, tienen el reconocimiento de la gente pero parece que en muchos lados no quieren darse cuenta.


El grupo, formado en el año 2000 por Nacho Vera (batería, voz, trompeta y hasta trombón de varas), Manuel Arija (bajo eléctrico) y Manolo Campos (guitarra eléctrica, teclado y voz) forma parte de esa rama de bandas inclasificables como El Hombre Burbuja, Za!, Hyperpotamus o Pony Bravo, culos inquietos que difícilmente puedes catalogar en un estilo si no es en el propio, el que han inventado ellos.

¿Y cómo se puede definir el estilo de Rosvita? Las dos palabras que mejor les va son surrealismo y sentido del humor, sin duda. Esto todavía no se apreciaba en su primer disco, ‘Rosvita‘ (2003), autoproducido, en el que practicaban una suerte de post-rock que me recuerda a veces a los Mogwai de ‘Rock Action’, pero con un carácter menos electrónico. Aunque todavía les quedaba un camino para desarrollar su mundo propio, en ‘Rosvita’ ya se ve su gusto ecléctico y su sano desprecio a las estructuras. Pese a todo, quizá mi favorita del disco sea la más clásica, ‘Nana‘.

Aunque ‘Podrida ser‘ (autoproducido, 2005) hereda buena parte del sonido de su anterior referencia, se ve un giro hacia un imaginario surrealista -no hay más que leer el título-, fingidamente ingenuo y lleno de humor. Eso es lo que les lleva a sintetizar la voz hasta parecer maullidos en ‘Llévame a caballito’, con un teclado que tiene ese carácter tan pegadizo de las canciones infantiles y un bajo distorsionado y sucio que hace de contrapunto. La mayor parte del disco es instrumental: las voces se presentan esporádicamente para corear cosas sin sentido aparente como «calcetines rojos de la suerte / calcetines rojos de la muerte». Ese es su mundo, entre lo cotidiano y lo marciano.

Se alejan de cualquier ínfula intelectualoide en la que temes caer cuando te alejas de los manidos campos del rock y emprendes una aventura original, pero cuidado porque hay que tomarlos en serio. El año pasado publicaron, por fin con discográfica (Everlasting), ‘Grandes tormentos‘, su mejor disco hasta la fecha. Canciones como ‘Pálpito’, ‘Sopita’, ‘El Rocanrol del Macramor’ o ‘Estrellármela’ ya dejan ver su intención desde el título. Más riqueza en los teclados, bajos más redondos… Por fin cuentan con una producción a su altura. Además, Nacho vuelve a tomar protagonismo en la voz abriendo y cerrando el disco con ‘Penique’ y ‘Perromono’, baladas atmosféricas que han pasado por el tamiz de su imaginación y las han vuelto del revés.

¿Y en directo? Enérgicos, potentes y tremendamente divertidos, no dan un momento de respiro. Son como tres niños con zapatos nuevos. Manolo no para de dar botes con una mano en el teclado, otra en el sintetizador y una tercera en la guitarra; Manuel, con su aspecto de recién levantado de la siesta, es el bajista español más contundente que he visto en mucho, mucho tiempo y Nacho es un showman con su camiseta de lentejuelas, sus shorts y sus calcetines hasta las rodillas, que de un momento a otro puede saltar de la batería y lanzarse al público, montar el trombón y continuar la fiesta al otro lado. Sus conciertos (les he visto cuatro veces y lo hago siempre que puedo) merecen realmente la pena. No en vano se han pasado los últimos tres años girando por España y Europa (Francia, Reino Unido, Bélgica, Alemania, República Checa, Eslovaquia, Serbia, Austria, Portugal e Italia entran en su currículum).

Este sábado dicen, además, que se sacarán de la manga alguna que otra canción nueva para ese disco que pretenden grabar a comienzos del año que viene. Madrileños: yo de vosotros no me lo perdería.

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Publicado por
Marcos Domínguez
Tags: Rosvita