Quizá lo exagerado de sus reacciones y un sonido poco agraciado, con un bajo retumbando por encima del conjunto y una guitarra que se oía bastante poco, enturbiaron un setlist elaborado inteligentemente con una primera parte con bombazos como ‘Rider’, una segunda más calmada a que dio paso ‘A Girl In Port’ y un final para el que se reservaban himnos como ‘Unless It’s Kicks’, que dejó el pabellón bien caliente para los siguientes invitados. Entre medias, canciones que deberían ser consideradas clásicos, como la reciente ‘Your Past Life As A Blast’ o esa ‘John Allyn Smith Sails’ que acaba enlazando con el ‘Sloop John B’ de los Beach Boys. Se dejaron fuera un puñado de canciones de diez sobre diez, y eso solo pueden hacerlo los grandes, los que mantienen el nivel un disco tras otro.
Jonathan Pierce, al contrario que Will Sheff, se mostró algo soso, andando calmadamente de un lado a otro mientras cantaba o con unos bailes estrambóticos de quien estaba obligado a ofrecer algo de espectáculo. Su setlist, aunque estuvo plagado de buenas canciones, tuvo un desarrollo algo plano. Me recordaron a los Strokes que actuaron este año en Benicassim: canciones de ejecución perfecta pero algo fría. La intensidad no varió ni para bien ni para mal a lo largo de la hora y poco que duró su actuación. De hecho, escuchando a Pierce no dejé de acordarme de Julian Casablancas porque en directo ambos arrastran las frases de la misma forma con su voz nasal.
Por si alguien no se lo esperaba, las canciones de ‘Portamento‘ encajan perfectamente con las de su LP homónimo. Nuevos temas como ‘Book Of Revelation’ o una versión hiperacelerada de ‘Money‘ (que sigue siendo un pepinazo incluso pasada de revoluciones) casan perfectamente con ‘Best Friend’ o ‘Down By The Water’, muy coreada. Más allá de que tocaran o no ‘Let’s Go Surfing’, con el público resistiéndose a pensar que el primer bis fuera el único y esperando en vano a que salieran de nuevo a regalarles su buque insignia, me quedé con las ganas de que sonara ‘Searching For Heaven’. Pero, a pesar del amor que profesan por los sonidos sintetizados y ochenteros, en directo son una banda de rock pura y dura y los sonidos de Jacob Graham se quedan en un pequeño adorno. Qué pena, porque la montaña de cacharros con montones de cables de la que estaba rodeado me hizo salivar cual perro de Pavlov.