Porque sí, ‘Honey Bunny‘ es una excepción en el álbum y no, ‘Vomit‘ no era el primer single por mera casualidad. Se trata de un disco de baladas y medios tiempos que raramente duran menos de cinco minutos, en principio bastante alejado del dinamismo y la variedad de ‘Album’, en el que presumían de saber apropiarse de muchos estilos distintos. Sin embargo, ‘Father, Son, Holy Ghost’ es otra obra superlativa, por sus grandes canciones y, sobre todo, porque presenta un abismo de tristeza y amargura que, lo sea o no, suena sincero y por eso invita a caer.
Incluso ‘Honey Bunny’, que abre el álbum con su boogie de aire playero y bailón, habla sobre la difícil relación de Chris Owens con su madre. ‘Alex’ prosigue pausando levemente el ritmo, con un relato de un amor extraño, que juguetea con lo obsesivo. Y ‘Die’, que cierra un trío inicial que suena como un conjunto cerrado, es un bofetón sorprendente inspirado, sin reparo alguno, en Black Sabbath, Iron Maiden o Deep Purple (su fraseo tiene un claro regusto al ‘Highway Star‘ de la banda de Ritchie Blackmore, aunque la forma de cantar de Owens esté lejos, muy lejos, de Ian Gillan). Para cuando se te quita la cara de póker, la canción ha llegado a su coda final y quedas hipnotizado por un delicado arreglo de flauta.
En realidad, ahí queda la excentricidad en ‘Father, Son, Holy Ghost’ y ‘Die’ es el ‘Hellhole Ratrace’ de su segundo álbum. Porque lo que queda es un manual de clasicismo bien entendido, en el que la inspiración corresponde a Roy Orbison (‘Saying I Love You’, ‘Love Like A River’), Buddy Holly (‘Magic’, ‘Jamie Marie’), George Harrison (sublime ‘My Ma’, aludiendo de nuevo a su progenitora) y, sobre todo, John Lennon (‘Just A Song’ y ‘Forgiveness’) y en el que cada arpeggio, cada solo, cada coro de ascendencia gospel está medido a la perfección (imaginamos que el co-productor Doug Boehm -Dr. Dog, Booker T. Jones, Drive-By Truckers- ha contado mucho en eso), con la dosis justa para rompernos el corazón.
En ese entorno, la desolación y rabia de ‘Vomit’ cobra todo su sentido y su gloria con esa esperanzadora plegaria final, que sirve de perfecto ejemplo del eje de este disco: el continuo anhelo de amor como algo elevado y espiritual, que sustenta cualquier vida. Parece obvio que una temática así, con la que está cayendo, puede resultar ingenua y casi risible, pero eso también da una idea de la total ausencia de impostura del dúo de San Francisco. No les ruboriza sonar engolados y cursis a veces, lo cual hace pensar que no es pose, les sale así. Eso, sin duda, ayuda a empatizar con unas canciones que, por otra parte, son incontestables. Su cadencia lánguida y profunda esconde recovecos en los que reincidir y de los que nos queda mucho que disfrutar. Otra vez, Christopher Owens y Chet ‘JR’ White han creado un álbum memorable.
Calificación: 9/10
Lo mejor: ‘My Ma’, ‘Just A Song’, ‘Vomit’, ‘Honey Bunny’, ‘Die’.
Te gustará si te gusta: M. Ward, John Lennon, Buddy Holly.
Escúchalo: The Guardian