James Blake se comió el marrón de abrir el festival un día laborable a las 14.00, con gente aún haciendo tres colas: una para ser cacheada, otra para enseñar la entrada y una última para cambiar esta por la pulsera. Aun así, el llenazo del escenario principal se fue elaborando según pasaban los minutos y su directo emocionó, tras unos inicios áridos, en cuanto llegó la cuarta canción. ‘I Never Learnt To Share’ en vivo, en la que Blake comienza a capella sampleando y luego modificando con pedales su propia voz, es uno de esos recuerdos imborrables de un concierto. A partir de ese momento cada nota fue un hit, despuntando, como era de esperar, la versión de Feist de ‘Limit To Your Love’ y la final ‘The Wilhelm Scream’. Como siempre acompañado de dos chicos, uno a la guitarra y otro a la batería, James supo transmitir perfectamente los detalles de su debut (más otros nuevos) sin aburrir y arrancando una enorme ovación al final.
Alex Winston, de cuerpo un tanto shakiresco, presentó sus canciones con una estética bastante zíngara y algo hippie, pantalones gigantes con estampados mediante (también actuó descalza). Mientras, tanto se pegaba a la boca el micro que terminó con el pintalabios corrido por toda la cara. Su amplia banda resultó, eso sí, de lo más solvente, y su set de 30 minutos, perfecto en duración para entretener a tope. El single estrella, ‘Velvet Elvis’, interpretado justo en la mitad, fue a la postre una de las canciones nuevas más pegadizas del festival.
En contraste con Alex Winston, Austra impresionaron por la elegancia de su puesta en escena, cercana a los territorios oscuros de The Knife, aunque habría que haberlos programado cinco horas más tarde para saber cuánto. Arrancaron con una canción en la que su líder Katie Stelmanis mandaba en solitario al piano (‘The Beast’) para poco a poco ir dando paso a su mayor éxito de momento, ‘Lose It’, y a momentos más synthpoperos y tribales. Tras una parte central algo anodina (tampoco tienen tanto repertorio), al final se recuperaron por completo cerrando con sus temás más electrónicos y de mayor beats por minuto. Curiosos durante todos ellos (los temas rápidos y los más lentos) los bailes de Katie de tipo sectario, mediante los que parecía que quería atrapar a la audiencia con las manos.
Yelle dieron el conciertazo lleno de energía habitual, con Julie pasando de estar cubierta por completo por un abrigo de pelo a marcar absolutamente todo por delante y por detrás con esa suerte de atuendo que veis en la imagen principal. El público vibró con ‘Je veux te voir’ y también con canciones nuevas como ‘Comme un enfant’, aunque lo inminente de su visita a nuestro país me hizo cambiarlos, con todo el dolor de mi corazón, por The Rapture, que se han marcado un discazo que por alguna razón está teniendo críticas encontradas. El grupo salió tarde y con problemas técnicos pero remontaron y dejaron buen sabor de boca gracias al repertorio excepcional con que cuentan. Imaginad una hora de concierto en la que suenan ‘House of Jealous Lovers’, ‘Whoo! Alright, Yeah… Uh Huh’ o ‘Get Myself Into It’ acompañadas de casi todo lo bueno de ‘In The Grace of Your Love’. Se echó de menos ‘Sail Away’, pero no faltaron la veraniega ‘Come Back To Me’, ‘Children’ o por supuesto ‘How Deep Is Your Love’ para cerrar.
Al término de The Rapture pude comprobar cómo Oh Land, que ocupan en estos momentos un gran escaparate en Dussmann, uno de los grandes almacenes más caros de Berlín, congregaban a bastante público al menos durante la interpretación de su reciente single ‘White Nights’, que sonó en penúltimo lugar. Inmediatamente después, The Drums protagonizaron la gran decepción de la jornada al repetir el nefasto sonido que ya ofrecieron en la Sala Heineken de Madrid el año pasado. Honestamente, me da igual que no toquen ‘Let’s Go Surfing’. ‘Best Friend’, ‘Forever and Ever Amen’ o ‘Down By The Water’ son igual de fantásticas y también lo son muchas de las nuevas incorporadas al repertorio, como el single ‘Money’ o ‘What You Were’, pero de nada sirven las canciones si al cantante no se le oye. Jonathan tiene un estilo peculiar para bailar y debería ser una estrella. Es sólo que alguien tiene que hablar con su técnico de sonido ya para que lo consiga. De momento lo que se encontraron fue con cientos de personas abandonándoles para ver a HEALTH (por la canción que me dio tiempo a verles no han perdido nada de rabia, ni siquiera a base de girar con el mismo disco) y a CSS.
Battles han superado con bastante dignidad la marcha de uno de sus miembros principales y su directo se mantiene feroz dando tanto protagonismo a la impresionante batería como a guitarras y sintetizadores. El show, con varios in crescendos, dejó algunos de los momentos más tensos e interesantes de la jornada. Lo de Hercules & Love Affair es el caso opuesto. Tres cantantes distintos, a cuál con menos cualidades vocales, aparecen en primera fila, normalmente sólo bailando, mientras Andy Butler y otro chico pinchan detrás. Eso cuando estos dos no dejan las máquinas solas y se acercan a las primeras filas para hacer el ganso bailando una polka. El espectáculo dado es un poco tipo orquestilla, pero no puedo evitar que me encanten las canciones, presentadas enlazadas en formato sesión, y la verdad es que me lo pasé como un enano mientras sonaban ‘Blind’, ‘My House’ y ‘Painted Eyes’, un single tan infravalorado por las masas como celebrado y bailado hasta la saciedad por los que allí estuvimos.
Primal Scream hicieron exactamente el mismo espectáculo ya visto en La Riviera, Razzmatazz y Benicàssim, por lo que, a la misma hora, me decidí a picotear entre el elegante concierto orgánico (valga la redundancia) de Apparat Band, a medio camino entre el post-rock y lo más bailable del día, y Santigold, que subió a decenas de personas a escena aparte de a un caballo (de mentira). Al final me comió la conciencia y volví a ver cómo Bobby se merendaba a las masas. Y es que es un poco cansino oír hablar por aquí y por allá de todo lo que ha debido de meterse este hombre en su vida, y tan poco de lo profesional que es sobre el escenario, nunca con una nota o un paso fuera de lugar, y siempre completamente entregado a lo que está cantando. ‘Don’t Fight it, Feel It’ sigue siendo el sonido ideal para una noche de festival y ‘Come Together’ y ‘Moving On Up’ sin perder vigencia. Una pena que en el cierre de nuevo se dejaran fuera ‘Swastika Eyes’, pero a ver quién le pone pegas a ‘Rocks’ y ‘Country Girl’.
Como ya han apuntado varios de mis compañeros al reseñar los conciertos recientes de Suede en Barcelona, Murcia o Bilbao, ver al grupo de Brett Anderson en 2011 es exactamente lo mismo que verlos en 1999. De repente nuestro hombre se olvida por completo de esos discos en solitario al piano que a veces le da por hacer para transformarse en ese líder de grupo de brit-pop de éxito que no para de dar saltos y subirse por todas las cosas para gritar aquello de «tú y yo somos basura», mientras el público le recibe enloquecido. No faltaron grandes recuerdos a los dos primeros discos, como ‘Animal Nitrate’, ‘The New Generation’, ‘Metal Mickey’, ‘So Young’ o ‘The Wild Ones’, junto a reivindicaciones del ‘Coming Up’ (‘She’ y ‘Filmstar’ aparte de las dos obvias) e incluso de la última etapa (‘Everything Will Flow’, ‘Can’t Get Enough’). Es difícil superar esta colección de temazos en 60 minutos, aunque esta vez el sonido, que no fue malo, sí fue mejorable. Un 8 sobre 10.
Tras el concierto de Suede, tocaba transportarse al Arena, cuatro espacios alrededor del río Spree, muy cerca del conocido Club der Visionäre, y siendo uno de ellos la propia piscina-club Badeschiff (aunque con el acceso a la piscina cerrado por razones evidentes). Allí la reina absoluta de la noche fue Boy George, y no por su sesión, que comenzó a las 5.30 de la mañana, sino porque hasta que llegó su turno esperó pacientemente sentado en la mesita de un hall delante de todo el mundo con uno de sus inconfundibles sombreritos. En lo musical, Daniel Wang ofrecía una elegante sesión de música disco perfecta para preceder a Andy Butler, que también pinchaba por allí. Al mismo tiempo, en el escenario grande Diplo arrasaba tirando de pequeños samples de hits de hoy y de ayer, como el ‘Song 2’ de Blur, ‘Promises’ de Nero y hasta un trocito del ‘Pon de Floor’. ¿O era ‘Run The World (Girls)’? Dubstep (nos daría tiempo a ponernos morados el día siguiente) y restos de ritmos africanos y hip-hop actual que encontraron su contraste con la sesión de A-Trak, mucho más salvaje y cerca del trance, el techno y con beats mucho más oscuros. Por momentos, espectaculares las proyecciones, aunque sin llegar a lo resultón de las que a primera hora de la noche habían gastado Kruder & Dorfmeister, que pincharon en el centro de dos barras horizontales gigantes.
Fotos: Berlin Music Festival.