Héctor Blanco, autor de la letra, explica cómo surgió la idea: «Para mí siempre ha tenido mucha importancia la conciencia de clase obrera. Ojo, no tanto el orgullo de clase como la conciencia. Saber que soy la primera (y hasta ahora, la única) persona de mi familia que tiene estudios universitarios. Y que si los pude cursar fue exclusivamente por las becas que se me concedían por buenas notas: mis padres no tenían el dinero para la matrícula. No sé, siempre me acuerdo de esa frase de una canción de Mus que dice «ese rencor que nos dio nombre y apellidos», y que se refiere al rencor como algo en cierto modo positivo: saber que no lo has tenido tan fácil como otros te ayuda a posicionarte en el mundo, te da una identidad política. Rabia y apretar de puños. O algo así. En relación con esto, siempre comentaba con mi amigo Iván lo olvidada que está la conciencia de clase en Asturies, donde muchos chavales de nuestra generación, criados en barrios obreros de extrarradio a donde habían emigrado nuestros padres desde el pueblo, se autodefinen como «clase media». Engañosamente, claro, porque luego esta gente es la que trabaja de cajero en el IKEA, de media jornada, etc. O sea, que les han colado una gran bola desmovilizadora y se la han tragado. La canción es un comentario en tono humorístico sobre todo esto».
Por si no te ha quedado claro, la canción, de menos de dos minutos, termina con esta frase: «Yo era el primero de mi clase y ahora estoy a punto de ponerme una media en la cabeza».