Las escenas vividas por Martín no siempre transcurren por el humor. También la tristeza y la crueldad se abren paso a golpe de trazo. Resulta singular que partiendo de un trabajo que parece pecar de excesivamente autobiográfico (un repaso por la adolescencia de Martín Mostaza, álter ego de Fermín Solís), cualquiera nacido en los 60 y los 70 pueda reconocer con facilidad este mundo situado en plena década de los 80. Ahí están “el pedido al Disco-Play”, el descubrimiento de ‘El guardián entre el centeno’, las primeras revistas porno o las grabaciones en cintas de cassette.
Ya conocíamos la infancia de Martín Mostaza por ‘El año que vimos nevar’ y ‘Los días más largos’, donde empezaba a utilizar la primera bicicleta, a criar gusanos de seda, contemplaba su primera nevada o disfrutaba de los días de juego en la calle con los amigos. La evolución entre estos tres trabajos del mismo personaje es considerable, tanto en el dibujo como en los diálogos. En este viaje, evitando las formas planas y continuadas, Solís sabe sacar brillo de su propio autorretrato. 7,5.