Todas estas novedades suceden aunque la página web del grupo permanezca sin actualizar desde 2009. Arturo Lanz, al teléfono, promete hablar con Andrés Noarbe de Geometrik Records para resolver este percance, al tiempo que se ríe de este y otros asuntos relacionados con su carrera. Asegura (como ya ha hecho en otras entrevistas a lo largo de estas décadas) que no escucha música actual más allá de la radio, entre otras cosas porque no tiene tiempo, no sabe qué va a contar en esa «lecture» que realiza esta mañana en Madrid y no recuerda el nombre de sus canciones porque «no hace falta identificarlas» («las compongo y ya está», dice), es Andrés quien pone los títulos y Lanz se refiere a ellas principalmente por el número de orden. Tampoco ha oído hablar de Neon Indian ni de Los Punsetes hasta que le tocó remezclarlos. «Trabajo en el departamento comercial de la embajada de España en Pekín. Hubo una misión de llevar música independiente a China. Había uno que hizo una presentación y al cabo de unos meses me pidió hacer una remezcla de Los Punsetes. Dije: «no sé, ¿quiénes son Los Punsetes». Me dijeron: «son un grupo así, que tiene su gracia». Me mandaron tres temas y escogí ‘Por el vicio’, porque me gustó la temática. Sólo dejé las voces de la chica, que me gustaban, y un poco la guitarra. Todo lo demás es diferente». Después, nunca llegó a conocerlos, aunque dice que le gustaría, ni a tener «feedback» de su remix.
Sus palabras parecen mostrar cierta indiferencia por todo lo que sucede a su alrededor, aunque más que el delirio de grandeza de un artista que mira por encima del hombro al resto del mundo, sus risas parecen mostrar una mezcla entre humildad, despiste y sobre todo la sensación de estar plenamente con los pies en la tierra y dar importancia a las cosas que la tienen. «No es indiferencia, es que no tengo tiempo para escuchar música que no sea la mía. Voy al trabajo, me gusta mucho correr, montar en bicicleta… No soy un gran amante de la música, leo bastante. Oigo música cuando voy en el coche».
Lo que sí es cierto es que a Lanz le da igual lo que la gente opine sobre su carrera o el nivel de reconocimiento de Esplendor Geométrico a lo largo de las décadas por parte del público. «Lo del reconocimiento ni me lo planteo. Es algo que no me paro a pensar y además tampoco es muy importante. Haces la música y ya está. No me siento ni mejor ni peor porque me reconozca la gente». El mismo grado de pasotismo que siente hacia todo lo relacionado con la Movida, desde que en 1980 decidiera abandonar Aviador Dro. ¿Aunque no es una pena que demos tantas vueltas alrededor de grupos como Los Secretos y bandas más desestructuradas y experimentales como Esplendor Geométrico permanezcan en segundo plano? «Yo no viví aquello, sólo desde el 78 al 80. En cuanto hicimos Esplendor Geométrico dejamos de hacer eso. Nadie me suele comentar nada. Hombre, alguna vez, en internet me encuentro con cosas, pero en la Movida no me veo y yo creo que nadie nos identifica con ella».
A lo largo de los años, Arturo no se ha cortado al hablar de lo «ñoño» que le parecía el pop de los 80, llegando a colgar estas entrevistas en su página web. Sin embargo, es habitual encontrar en su discografía, en sus títulos o en sus versiones, si podríamos llamarlas así, referencias al Dúo Dinámico o a Madonna. Y es que a pesar de que admite que lo de «ñoño» eran cosas que se decían en la época «para epatar» su postura no ha cambiado demasiado. «La música que se hacía entonces era muy pop. Punk no había. Y el pop muchas veces es bastante ñoño. Se podría diferenciar entre lo que hacían Los Secretos y Alaska y Los Pegamoides. Al final es lo mismo, pero Alaska era un poquito más transgresora. Pero sigo pensando que la época tampoco fue para echar cohetes. No hay tanta diferencia entre ‘Bailando’ y una canción de Mecano o entre Los Secretos y Mecano, Mamá, Nacha Pop… No sé por qué hay quien no considera a Mecano parte de la Movida cuando tampoco era tan diferente. Lo que pasa es que eran mucho más masivos».
A día de hoy, en lo musical hay pocos cambios en Esplendor Geométrico e incluso las influencias siguen siendo las mismas: Kraftwerk, Cabaret Voltaire, Throbbing Gristle, etcétera. «No ha cambiado nada, sigo la misma línea. No hay ningún cambio capital», dice cuando se le pregunta por su nuevo disco. El funcionamiento sigue siendo el mismo. «Compongo en mi casa, hago las canciones, se las mando a Saverio y él pule el sonido. Entre él y Andrés eligen los temas y los nombres y lo sacamos. En los 80 éramos tres pero enseguida se fue Juan Carlos Sastre. Saverio vivía en Melilla y yo en Madrid o Mallorca y funcionábamos igual. Ahora él vive en Roma y yo en Pekín, pero es lo mismo. Por la noche me pongo a hacer ritmos, es como una especie de meditación que hago. Dejo la mente en blanco y voy grabando cosas con una grabadora digital. Cuando tengo un ritmo con el que puedo estar 30 minutos sigo con él y le voy metiendo cosas. Cuando un ritmo me permite dejar la mente en blanco es cuando creo que está bien». El mecanismo de composición parece que seguirá además durante mucho tiempo. «Nunca hemos estado retirados. Como soy yo el que compongo, para retirarme tendría que dejar de hacerlo, estar hasta el culo y no ha sido nunca el caso. Nunca dejaré de hacer música. Música o como lo llames».
Ese continuismo no impide que ‘Desarrollos geométricos’ sea el disco del que está más orgulloso, pero Arturo también selecciona, a nuestra petición, el álbum de su pasado que recomendaría a las nuevas generaciones. Aunque en su setlist no hay ni rastro de ‘Necrosis en la polla’ o ‘Moscú está helado’, sí hay un pequeño recuerdo al pasado. «Siempre el último te parece el mejor, pero también destacaría ‘Pulsión‘, el anterior, que conforma el 40% de nuestro repertorio actual. De los viejos, ‘Mekano Turbo’, el único aparte de los dos últimos del que tocamos una canción, ‘Ven a jugar’. Tiene un ritmo muy fuerte y me gusta cantarla. Bueno, berrear…»