Todo en ‘Melancholia’ respira simbolismo. Desde el planeta que amenaza con chocar contra la Tierra, hasta el carácter antitético de las dos hermanas protagonistas. Dos planetas, dos caracteres en colisión. Lo terrenal contra lo espiritual. La estabilidad contra el desequilibrio. El racionalismo contra el romanticismo. La ópera de Wagner ‘Tristan e Isolda’ es la banda sonora del fin del mundo, la metáfora perfecta de un planeta amenazado por la melancolía.
Tras un prólogo visualmente deslumbrante, hipnótico y profético (antes se creía que los “melancólicos” podían predecir el futuro), la película se centra en Justine (Kirsten Dunst, en el papel que se “perdió” Penélope Cruz y que el director agradece en los créditos) y la celebración de su boda. Por medio de una puesta en escena desequilibrada, llena de desenfocados, roturas de raccord y correcciones de encuadre, muy en consonancia con la personalidad “melancólica” de Justine, asistimos a una especie de remake de la dogma ‘Celebración’ (1998) donde el discurso antiburgués se ha transformado en alargado drama familiar.
Tras éste llega el turno de Claire, interpretada por Charlotte Gainsbourg, que parece un contrapunto de su personaje en ‘Anticristo’. La relación entre las dos hermanas ante la inminencia de la catástrofe le sirve al director para inyectar tensión y misterio al relato. La película se convierte en un estudio de personajes y su(s) respuesta(s) ante los signos del fin del mundo. Una lúcida reflexión, en forma de cine de catástrofes, sobre la atracción-repulsión del abismo. Y es que, ¿cómo va a temer al planeta Melancolía quien ya ha estado allí? 8.