La nieve como fenómeno meteorológico, los parajes helados o personajes míticos ligados al frío y su precipitación como hilo conductor de esta obra suenan, de primeras, a astracanada, e incluso la temática específica de sus canciones puede resultar hasta sonrojante: el descenso de un copo de nieve desde su creación hasta alcanzar la tierra firme, la leyenda de una mujer-fantasma que busca a su perro perdido o la relación sentimental (y sexual) entre un muñeco de nieve y una humana son los argumentos de algunas de estas siete historias. En serio. Sin embargo, Bush frustra nuestra idea de bromear con ello nada más arrancar el disco. En ‘Snowflake’ convierte el viaje de descenso de ese copo de nieve lleno de ilusión, miedo e incertidumbre (interpretado por su propio hijo Albert) en una obra de tal intensidad poética que alcanza una altura universal. Como Michael Nyman o Philip Glass, Bush utiliza los arreglos de piano, cuerda y teclados (a los que se unen magistralmente sutiles percusiones y guitarras) de una manera teatral u operística, como elementos descriptivos y expresivos, redimensionando la historia que cada letra nos cuenta.
El acompañamiento vocal del jovencísimo cantante de coro Stefan Roberts viene a confirmar esto en ‘Lake Tahoe’, que nos transmite la gélida desolación del fantasma de una dama de la época victoriana que emerge de aquel lago americano buscando en vano a su perro Snowflake, regresando a su antigua mansión y recordando cada rincón, convirtiendo sus más de once minutos en una apasionante aventura. Solo la frase «her eyes are open, but no one’s home» ya justifica toda la canción. En una línea similar, la jazzy ‘Misty’ muestra el romance, acaso soñado, entre una chica y un muñeco de nieve creado por ella misma, llevado a la vida con su propia sangre y derretido a la mañana siguiente. El ya conocido single ‘Wild Man
‘, sin duda el corte más ajeno estilísticamente al resto, alberga una reflexión sobre la soledad de un ser singular como el Yeti, quizá buscando un símil con su esfuerzo por ser invisible a la vida pública y la fama.Una de las mayores y más agradables sorpresas de ’50 Words For Snow’ es la intervención de Sir Elton John, sobrio e impecable como nunca, en un dueto totalmente mágico, en el que ambos interpretan a dos amantes literalmente eternos (de la Roma en llamas de Nerón al Nueva York del 11-S) pero cuya unión resulta imposible. El hipnótico desarrollo y el catártico final de ‘Snowed In At Wheeler Street’ lo convierten, sin duda, en uno de los momentos más poderosos del álbum. La otra sonada colaboración del disco, la de Stephen Fry en el tema titular, llega en un sonado y desconcertante tropiezo. Fry recita uno a uno esos cincuenta sinónimos de la palabra nieve (tal y como, según se dice, existen en la lengua esquimal), numerados correlativamente por Bush. Ni lírica ni musicalmente se encuentra justificada esta canción. El estribillo, con la artista de Kent recordando «c’mon man, you got 44 to go» y así hasta el final, da entre risa y bochorno. Pese a la ruptura en la alta calidad general, el accidente queda enmendado con la delicada y sencilla ‘Among Angels’, una exquisitez que parece cantar a la inminente muerte de un ser querido.
En ’50 Words For Snow’ convergen música clásica, pop, ópera, rock y jazz con una naturalidad pasmosa y un sonido superlativo, elegante a cada instante. Y este álbum es, nada más y nada menos, la más reciente prueba de que Kate Bush, como Leonard Cohen, como Tom Waits, como Bob Dylan, es de la clase de creadores que permanece unos metros por encima del resto de artistas, una aristócrata de la música.
Calificación: 8,2/10
Lo mejor: ‘Wild Man’, ‘Snowed In At Wheeler Street’, ‘Snowflake’, ‘Misty’, Elton John.
Te gustará si te gustan: Michael Nyman, Joni Mitchell, Leonard Cohen.
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