¿Qué pasaría si una invasión extraterrestre a lo Amblin no empezara en un ochentero barrio residencial de Estados Unidos sino en uno conflictivo del Londres actual? Esa fue la pregunta que se hizo el director cuando subió al escenario del festival para presentar su trabajo. La respuesta es una película que se podría ver como el contraplano de ‘Super 8’ (2011), como la versión hoodie de la nostálgica y sentimental cinta de J.J. Abrams.
‘Attack the Block’ es una afortunada mezcla de acción y humor, salpicada con salivazos de denuncia social. Los aliens molan. Su diseño es atractivo (esos dientes fosforitos) y su naturaleza, destructiva pero vulnerable. Los adolescentes, como en las películas de Spielberg, son incomprendidos por los adultos: solo ellos conocen la dimensión de la amenaza a la que se enfrentan. La diferencia, el matiz social, es que aquí los chicos ya eran ignorados y estaban desatendidos por los mayores, padres e instituciones, antes de que llegaran los extraterrestres. Obligados a crecer antes de tiempo, defienden su bloque de viviendas armados con un fuerte sentimiento de comunidad. Aunque en muchos casos se tire de metáfora gruesa, como el momento final de la Union Jack, el discurso resulta efectivo y contundente.
Quizá sea ese tono áspero, callejero, sin más sentimentalismos que el de la camaradería en la marginalidad, lo que la eleve por encima de sus compañeras de viaje, de esos últimos ejemplos de reciclaje posmoderno de géneros populares homenajeados y dinamitados dentro de la comedia: de ‘Arma fatal’ (2007) a ‘Bienvenidos a Zombieland’ (2009) pasando por ‘Paul’ (2011). ‘Attack the Block’ resulta tan divertida como ellas, pero es capaz de abrirse a lecturas e interpretaciones mucho más estimulantes. 7,5.