Esta vez, aunque la línea del lo-fi se mantenga, han decidido probar con nuevos sonidos. La mano de Carney se nota principalmente en las percusiones y en la introducción de elementos no tan típicos de aquellos años 50. El álbum se abre con la estupenda ‘It All Feels The Same’, que mantiene el espíritu de canción playera, pero que va evolucionando en un crescendo fabuloso hasta dar con un estribillo casi noise que queda perfectamente encajado en la estructura global del tema. ‘My Better Self’ resulta una deliciosa balada de club y junto a ‘Dreaming’ (la más folclórica) o ‘Petition’ (el tema funk en el que Moore saca su mejor voz, como si se presentara a un cásting de la Motown en 1971), se revelan como las canciones de ritmos más innovadores.
‘Robin’, a medio camino entre un villancico y esas canciones de los primeros Beatles, resulta una de las canciones de melodía más bonita del álbum. ‘High Road’, enérgica en su riff y en las baterías, no pierde su halo de inocencia por la forma en la que se dibujan los versos sobre ella. ‘Origins’, presentada hace un par de meses junto al brillante ‘Deep In The Woods‘, tiene unos teclados de lo más aparente y un estribillo completo y efectivo.
Quien eche de menos el encanto de su primer álbum encontrará reminiscencias en ‘Take Me To Heaven’ o ‘Never to Part’. Y que después de haber pasado por el pop de todas las décadas no nos olvidemos de dónde empezó todo. Curiosamente ‘Young and Old’ no da título a ninguna de las canciones del disco. Pero parece cumplir su función meramente descriptiva, otorgando esas mismas cualidades al álbum. Joven pero veterano, fresco pero con solera, el hoy en el ayer. Una golosina atemporal para entendidos y profanos.
Calificación: 7,5/10
Lo mejor: ‘Robin’, ‘It All Feels The Same’, ‘My Better Self’, ‘Dreaming’
Te gustará si te gustan: el pop de melodías clasicotas y guitarras surf en su versión más directa y lo-fi
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