Lynch sitúa la trama en una rocambolesca fiesta en un jardín, en la que caben sus clásicos personajes entre lo sensual y lo tétrico y sus típicas situaciones entre lo surrealista y lo violento, todo ello acompañado de su clásico exprimir de la misma escena, de su personal estética y ahora de su música, acorde a todo ello. Una joya de siete minutos, en resumen.