Callahan correspondió a Cindy Dall participando
en sus dos álbumes, al igual que el reputado músico, ingeniero y productor Jim O’Rourke (ex bajista de Sonic Youth), dos obras irregulares pero que llevan el concepto de lo-fi, tan en boga entonces, hasta sus últimas consecuencias. No fueron ni de lejos los discos más vendedores del sello, pero son obras cruciales de la baja fidelidad que retratan lo que un día fue la vanguardia del indie rock norteamericano, álbumes repletos de momentos significativos y conmovedores de una artista que se movía en los límites de lo amateur y lo sublime.Pese a lo poco que se sabe de ella, da la sensación de que con su muerte se pierde uno de esos artistas que permanecen ajenos a la parte de negocio que tiene su vocación, una rara inocencia. Ojalá que, al menos, su desaparición sirva para que su talento para conmover y transgredir logre un mayor alcance.