«A Luis -recuerda Ana Béjar (voz de Usura, ahora en Todo)- le conocimos cuando él ya estaba en Madrid, mediante un amigo común, que nos dijo que era alguien a quien le podía gustar nuestra música. Nos dio su teléfono y lo siguiente que recuerdo ya es estar en su habitación en un piso de Lavapiés, escuchando música y ayudándole con La Línea del Arco». «Yo de hecho le conocí en una escuela de cine que había en la ciudad, donde yo estaba estudiando -dice Ramón Moreira (guitarra de Usura, ahora con Ana en Todo)-. El caso es que a posteriori, un día me llama Ana y me comenta que había quedado con un chico que tenía un sello, que era de León… y me encontré que era él (risas). Fue bastante coincidencia».
Manejada por Béjar y Alfonso Pozo (guitarra), Usura era una banda asentada en Madrid que nació en 1989 y que se encontraba por entonces en un periodo de transición: el pop enredado en el post-punk más oscuro y expresionista de sus primeras maquetas estaba mutando hacia algo menos claustrofóbico y más colorista, al tiempo que pasaban de trío a sexteto y ganaba en solidez y personalidad. Luis Calvo se entusiasmó con su trabajo y así, fueron ellos, junto a La Síntesis (efímero proyecto de su futuro compañero de radio Joako Ezpeleta), el primer grupo nacional que vio publicada una canción suya en Elefant, dentro del single que acompañaba al número 3 de La Línea del Arco. Es entonces cuando Luis, Ana y Alfonso empiezan a hablar de la idea de dar un concierto en la ciudad junto a otras formaciones noveles que les fueran afines en cuanto a hacer un tipo de música que todavía no se exploraba en España.
«Los grupos que nos eran contemporáneos cuando empezamos eran pocos: El Pecho de Andy, Cancer Moon, Pribata Idaho… -retoma Ana Béjar-. Pero no me identificaba con ellos porque en aquel momento, siendo tan jóvenes, que fueran tres años mayores que tú ya te alejaba una barbaridad aunque les admirases, porque ya estaban en un escenario diciendo cosas. Entre la nueva ola y lo que sucede después hay como unos cuatro, cinco años de vacío. En Madrid no había grupos; habría muchos heavies en Leganés, pero… (risas). Como en aquella época la difusión era tan escasa, la selección que hicimos fue un poco lo que fuimos cazando al vuelo de Radio 3, de los programas de Jesús Ordovás y de Julio Ruiz. Recuerdo estar en el supermercado tirando del carrito con Alfonso Pozo y hablando de los nombres que podrían ser. Fue accidental, porque la escena no estaba hecha».
Así se gesta la gira Noise Pop 92, la primera vez que se juntan de esa manera cuatro formaciones de esa nueva generación para darse a conocer por todo el estado, con absoluta incerteza sobre el verdadero interés del público y optando por la autogestión a todos los niveles a pesar de la inexperiencia generalizada. Sirviendo como muestra de los pocos grupos que asomaban la nariz y de las aún inexistentes escenas locales, tientan a tres bandas de otras tantas ciudades, todas nacidas a finales de los ochenta y oficialmente debutantes entre 1991 y 1992. Penelope Trip, de Gijón, proponían una mezcla insólita de ruido y candidez, un pop plagado de ángulos cerrados e infinitas sorpresas que les había hecho merecedores del segundo premio en el concurso de maquetas de Rockdelux de 1990, y que entonces ya habían expuesto en ‘Politomania’, su debut para Munster Records. El Regalo de Silvia, de Zaragoza, acababan de entregar un precioso mini-álbum homónimo a La Fábrica Magnética (el sello discográfico que dirigió Servando Carballar cuando abandonó DRO), y su sentida interpretación de la nostalgia, basculando entre vívidos punteos saturados de distorsión y zarandeos de viola, les hacía particularmente especiales. Bach is Dead, el primero de una serie de proyectos capitaneados desde Sant Feliu de Llobregat por David Rodríguez (ahora en La Estrella de David), era el combo más abrasador del conjunto, agreste, sucio y acelerado. Su debut, ‘Sonotone’, lo había publicado un sello que no tardaría en desaparecer, Marilyn. Tito Pintado (voz de Penelope Trip, ahora Anti) dice que con David «nació una amistad para toda la vida y solo por eso ya mereció la pena hacer la gira», y no es el único en destacar la figura del ex Beef: Ramón Moreira comenta que ‘Sonotone’ es un disco que aún le gusta mucho y que se pone regularmente, y Óscar Fayanás, bajo y voz de El Regalo de Silvia, señala a Bach is Dead como «lo más honesto de la gira. David era y es un genio artístico». Usura, por su parte, habían debutado en Elefant la primavera del mismo 1992 con el EP ‘Come What May Believe What I Say’.
Usura – Noise Pop 92 from Señor Huesos on Vimeo.
«Afinidad artística con el resto de bandas no veía ninguna -dice Moreira-, cada uno éramos de un territorio distinto, y eso enriquecía bastante porque no veías a cuatro grupos que hiciesen exactamente lo mismo: El Regalo de Silvia tenían un punto más folk que cualquiera, el sonido de Bach is Dead era más urbano y punk, Penelope Trip eran quizás los más originales porque lo que hacían con las estructuras de las canciones, las melodías y los fonemas de Tito Pintado no era habitual, e igual Usura éramos los más clásicos, porque aunque nuestras canciones no tenían estructuras típicas, era el sonido de una banda de pop todavía no muy noise. Creo que nosotros y El Regalo de Silvia éramos más asequibles».
Como recuerda Ana Béjar, empezaron a contactar con los grupos a la vieja usanza, mediante correspondencia. «Tito Pintado contestó en plan «Ah, pues no sé si me interesa o no me interesa», pero yo creo que fue un poco el carácter asturiano (risas). Me acuerdo del instante de abrir la carta y decir: «Bueno, ¡estos de qué van!» (risas)». «En realidad -dice Tito- nos pareció estupendo, sobre todo porque hasta entonces apenas habíamos tocado fuera de Asturias. Gracias a aquella gira conocimos a otros grupos que estaban en una onda parecida a la nuestra, y también descubrimos que nuestra música le gustaba a alguien más que a nuestros amigos». “A nosotros –recuerda David Rodríguez- nos llamó Luis Calvo, al que no conocíamos, proponiéndonos la idea. Dudamos en hacerlo por el pollo que nos podía significar: problemas logísticos, de compatibilidades con los trabajos y la pereza por tocar en directo, porque no disfrutábamos mucho dando conciertos. Éramos bastante rancios. Creo que si finalmente nos animamos fue porque, aunque éramos unos costras, nos gustaban los discos de Penelope Trip y El Regalo de Silvia y no nos importaba estar en el mismo saco. A Usura no los conocíamos”.
Aprovechando la coyuntura y los contactos de cada uno (Luis Calvo ya había organizado algún concierto en el norte), la idea inicial de hacer una única fecha en la capital se transformó en una gira por ocho ciudades que debía empezar en Oviedo y pasar por Barcelona, León, Sevilla, Valencia, A Coruña, Vigo y Madrid, aunque los contratiempos hicieron que fuese la barcelonesa Sala Garatge la que acogiera la primera fecha, el 28 de noviembre de 1992. Para sorpresa y alegría de todos, y a pesar de la escasez de canales en los que pudieron promocionar la gira, la velada inaugural fue despachada con un lleno absoluto y una inmejorable respuesta de público, algo que se repetiría a lo largo de la gira. «Al primer concierto vinieron unas 300 personas -dice Tito Pintado-, mucha gente para ver a cuatro grupos prácticamente desconocidos». Era la prueba de fuego de que en los rincones del país había oyentes potenciales y voluntad, solo que no existía ninguna red que les conectara entre sí.
Como recuerda Ramón Moreira: «No había una escena clara como la que pudiera haber en Inglaterra o Norteamérica, por eso para organizar la gira y buscar salas en Madrid tuvimos muchos problemas al principio. Yo recuerdo haber ido a Moby Dick con Gary Ellis (batería de Usura), hablar con Pepe Corral (promotor de la sala) y que a él le encantara, pero el dueño no programaba ese tipo de música. En Siroco al principio hubo un poco de duda pero finalmente nos apoyaron bastante. No estoy seguro de si las salas arriesgaban más o menos en aquella época. Quizás ahora estén más habituadas a ver de todo; antes había escenas alternativas como el punk, pero respecto a este tipo de música no había movimiento de sitios donde pudieras tocar».
El orden de actuación se establecía cada noche según sorteo, y mientras un grupo estaba en el escenario otro se ocupaba de la taquilla, otro del puesto de venta de discos y el siguiente en el turno se preparaba para tocar. Haciendo cuentas al volver a casa, apenas hubo ganancias, pero al fin y al cabo sacar dinero con esta aventura no era un objetivo. En el diario de la gira publicado en Ruta 66 y escrito por José Boix (acompañante de Bach is Dead) se dan detalles como lo que debía cobrar cada banda por noche (de 20.000 a 50.000 pesetas, según la negociación y la taquilla de cada sala: algunas escatimaron o no cumplieron con lo pactado), las pernoctas en casas de conocidos o en furgonetas cuando era posible, los habituales viajes interminables de carretera, y algo que levantó ampollas, el dato del 15% del total ganado por concierto que se repartía entre Luis, Alfonso y Ana, organizadores y responsables de que todo saliera según lo planeado. El artículo de Boix, redundante en varios comentarios negativos sobre el núcleo directivo, contribuyó enormemente a que a Usura se les tildara -a partir de entonces y para siempre- de arrogantes, prepotentes y malos compañeros. Ana se explica: «Éramos inexpertos en todo, en cuanto a estar de gira, a que fuera con tanta gente… Y estuvo mal que un grupo que estaba dentro del cartel estuviera también organizando. A José Boix debimos caerle muy mal, porque hace un tiempo releí el artículo y se me caía el alma a los pies (risas). Estuvimos durmiendo en su casa un día, a lo mejor es que le dejamos pelos en la bañera (risas), pero es espantoso todo lo que pudo llegar a decir. Todo lo de nuestra arrogancia y demás… Hablando por mí misma, creo que lo que en determinados momentos hemos podido transmitir Alfonso y yo –que habíamos sido pareja muchos años y, como dice Julio Ruiz, éramos el cogollo de Usura- ha sido un poco de resentimiento en cuanto a trabajo no reconocido, y eso al final se ha podido interpretar como desdén o altivez, cuando en el fondo lo que había era un poco de amargura por la falta de apoyo generalizada».
David Rodríguez tiene presente el ambiente enrarecido: “Sí que recuerdo cierta tirantez con algunos de los de Usura porque estaban implicados en la organización y los demás, orgullosos todos, nos rebelamos sistemáticamente porque no nos gustaba que nos dieran órdenes. Algo así, juvenil y fresco. Además, creo que Usura eran los únicos que habían descubierto el afinador de guitarra y eso también los distanció un poco de los demás”.
«Alfonso y Ana, junto a Luis, eran los encargados de sacar todo adelante: de mover el dinero con las salas, de tener que cerrar fechas, prensa… -retoma Ramón Moreira-. Tenían mucha presión. Deberíamos haber buscado un mánager de gira que se encargara de ser un intermediario. A la mínima que había un problema se personalizaba demasiado y se sacaba de contexto: algo negativo que pertenecía a la gestión del proyecto se llevaba al terreno personal o de la banda. Se les pusieron muchísimas cruces por culpa de eso, y fue inevitable porque ellos tenían que hacerlo, ya que no había otra persona. Para ellos fue más difícil».
Aunque recuerdan salas llenas y especial entusiasmo en ciudades como Vigo, A Coruña u Oviedo, donde tocaron en una discoteca enorme llamada La Real, la cita final en Madrid fue otra diana que les dejó un magnífico sabor de boca. Tras aplazarla varias veces, terminó celebrándose en la Sala Siroco y tuvo que hacerse en dos partes, el 16 y el 17 de enero de 1993. Para entonces, que Rockdelux publicara la reseña del concierto de Barcelona en el número de ese mismo mes («una suerte de Lollapalooza Tour a la española, para proporcionar tabla a cuatro de los grupos que orean el ataúd de la escena rock nacional») y que además encumbrara la gira en el primer puesto de los mejores directos nacionales de 1992, al igual que hizo Jesús Ordovás en Diario Pop de Radio 3, les benefició, porque despertaron la curiosidad de un público que se hizo notar y que incluso se quedó a las puertas de la sala. Aun así, la velada estaría marcada por el accidente en carretera de los miembros de Bach is Dead, que les impidió (clavículas rotas, vértebras dislocadas) acudir a tocar, con lo que la primera noche lo hicieron Penelope Trip y Usura y la segunda El Regalo de Silvia, con otra aparición de Usura para interpretar algunas canciones y redondear el cartel.
¿Qué ocurrió tras la gira? ¿Cuál fue su impacto en las carreras de las bandas participantes? Óscar, de El Regalo de Silvia, lo recuerda como algo muy positivo: «La gira fue un lujo para los cuatro grupos que la realizamos, era algo que no estaba a nuestro alcance en cuanto a organización y márketing. Me tengo que quitar el sombrero ante Luis Calvo porque fue valiente. Luego la gira fue desigual en su desarrollo, pero no nos importaba, estábamos haciendo lo que nos gustaba. Para el grupo fue un momento muy dulce, nos permitió darnos cuenta que teníamos un público (escaso pero militante y selecto) y provocó que se nos abrieran algunas puertas: publicamos nuevo disco y despertamos el interés de alguna compañía de management y de los medios». Para David Rodríguez, con la separación poco después de Bach is Dead, fue algo gratificante sobre todo a nivel personal: “Los conciertos no fueron mal del todo pero, en nuestro caso, no supuso mucho. Lo que más nos marcó fue el accidente de coche yendo al último concierto en Madrid. Siniestro total. Mucho hueso roto y mal rollo. Yo creo que lo mejor que saqué de ahí fueron amiguitos: Luis y Montse de Elefant, Tito y los Penelopes… También hicimos migas con los de El Regalo de Silvia y algunos Usura pero a la mayoría les perdí la pista. De la gira no aprendí mucho porque yo estaba bastante empanao”.
Ana y Ramón de Usura valoran la gira como un logro de resultado rotundamente bueno, pero que no les reportó excesivas alegrías: «Creo -dice Ana- que fue todo un éxito en el sentido que grupos como nosotros, prácticamente desconocidos, de repente reunieran a tanto público con tantas ganas de oír, de participar y de estar. Yo nunca he vivido algo así. Eso con que sea una sola noche de cualquier gira ya te vale. A raíz de eso notamos más apoyo de Radio 3 y de los medios como Rockdelux. En esa época no había mucho más: fanzines, radios locales, Ruta 66, luego empezó Spiral, y sobre todo Julio Ruiz y Jesús Ordovás. Eso era lo que tenías». «Después de la gira, si notamos alguna diferencia fue en todo caso más frío (risas) -recuerda Ramón-. Bajas de la nube. Yo tenía veinte años y creía que todo iba a ir a más pero te das cuenta de que no. Tampoco dio tiempo porque Usura nos separamos en febrero de 1994». Tito Pintado comparte esas impresiones y resume: «Tuvo apoyo de medios muy concretos, creo que de forma simbólica porque había muchas ganas de que surgiese algo nuevo. Pero me cuesta verlo como el comienzo de nada. No puedo tener una visión global, solo recuerdo cómo lo vivíamos desde dentro. Para los grupos participantes sí fue importante, porque a nosotros a partir de entonces nos salieron bastantes conciertos, pero siempre a una escala bastante reducida. Lo mejor fue conocer a tanta gente con gustos parecidos a los nuestros; hasta entonces estábamos un poco aislados en nuestra burbuja. Pasamos de hacer música para nosotros y nuestros amigos a descubrir que había todo un mundo allá afuera, que había más gente interesada».
Luis Calvo estuvo valorando la idea de hacer una segunda edición, Noise Pop 93, pero durante el año aparecieron varias iniciativas inspiradas en la idea original (Noise Tour, Festival del Ruido) que acabaron por disuadirle. Tras el fanzine, el sello y la gira, aún le quedarían por pisar terrenos como la radio, la prensa, la televisión y los festivales. Pop, difusión, España. Nuclear Sí, Estanis Solsona.
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