De hecho, en directo no todo es tan folk como en estudio. Ni tan pausado. En vivo ‘I’m Back For Good’, ‘The Birds & Me’, y sobre todo ‘Why Would God Deny’ suenan menos introspectivas y hogareñas. Porque las guitarras (también mandolina en muchas de las canciones) están afiladas, suenan a rock con aristas, como el primer disco de PJ Harvey. Y esta referencia no es casual, porque también la voz de Ana recuerda a la cantautora inglesa. Aunque Todo saben más a polvo de desierto, gracias a sus punteos atípicos (¿mexicanos, indios americanos, hindúes?) y a la percusión, sutil y delicada al estilo de los últimos Lambchop, de Alfonso, que les acompaña a la batería con gran acierto.
Tras un par de temas iniciales, Ramón y Ana comenzaron a jugar con el espacio, bajando del escenario para interpretar sus temas, cantando lejos del micrófono, mostrando siempre mucha complicidad entre ambos. Y aunque todavía Ramón tiene que superar su timidez a cantar (como un ser humano, me refiero), sus onomatopeyas, gruñidos y ladridos recordaron sus orígenes. Y es ahí donde ambos mundos, el de Orlando y el de los primeros Ginferno, se funden y nos hacen ver que ninguno de los dos ha ganado la partida. Por ahora. 7,5
El concierto de Todo estuvo precedido por Daniel Merino, cantante de Getxo que gusta de un rock americano cercano al country blues. Muy bueno técnicamente, tanto con su voz como con la guitarra, quizás suena previsible en las melodías; y sus letras, algo convencionales y estereotipadas. Ha teloneado a Gary Louris, Mikel Erentxun y Revólver. La mezcla de todos ellos puede servir para ilustrar lo que se escuchó en el Fotomatón. 5.
Fotografía de Carlos Suero.