Tras alucinar con la enorme actuación de Swans en la anterior edición del festival, no quisimos perdernos la oportunidad de ver en el Auditori a su líder Michael Gira, a pesar de estar programado a una hora tan temprana como las cinco y media de la tarde. Solo, sentado con una guitarra acústica en medio del inmenso escenario, lo llenó todo: antes de 16 Horsepower, de Wooven Hand, de que alguien se inventara cosas como dark country o goth folk, estaba él. Su voz profunda (que no le importaba desafinar; a quien esto escribe sí, y a veces le sacaba de las canciones), los estallidos de su acústica y el pie golpeando con rabia el suelo hicieron que quien se planteó echarse una cabezada en las cómodas butacas del Auditori se lo pensara dos veces. A pesar de su actitud de «miradme porque soy lo más auténtico que vais a ver en la vida», agradeció efusivamente los aplausos, demostrando ser un tipo con cabeza, que evita que el personaje engulla a la persona.
Anímic salieron bastante airosos de su lucha en el escenario Pitchfork contra el sonidaco que provenía del escenario Vice. Su cantante llegó a bromear: «Cuánto ruido hacen los de al lado, habrá que ir… ¡Nooo!». En su set de media hora de duración acogieron todos sus estilos, desde el slowcore al post-rock pasando por la bossa o la electrónica. Esto implicaba muchas de las mejores canciones de ‘Hannah‘, como la impresionante y muy celebrada por el presente Miqui Puig ‘Trenco una branca’, la propia ‘Hannah’, ‘Blue Eyed Tree’ o esa delicatessen llamada ‘Taut’.
Al término de Anímic pudimos ver el final del concierto de Refree, que estaba tocando con sonido y arreglos espectaculares con todo el sol de cara en el Escenario Ray-Ban. Terminó con una estupenda ‘Gallo rojo, gallo negro’ de la Fundación Robo. Después, Sandro Perri actuaba en el Pitchfork con un ritmo más lánguido de lo esperado a pesar de los maravillosos teclados con que cuentan muchas de sus composiciones. Curioso que terminara bromeando sobre la posibilidad de tocar canciones lentas en festivales sin que la gente se aburriera…
Lisabö son un grupo de culto y ningún lugar mejor para grupos de culto que el San Miguel Primavera Sound. A pesar de resultar desconocidos para la inmensa mayoría de público extranjero, el escenario Ray-Ban disfrutó de gran afluencia. Su post-hardcore de altas cotas de intensidad sonó rotundo como una pedrada. Cuarenta y cinco minutos sin parar, ya sudando desde el primer tema, desgañitándose y guardando escaso respeto por los instrumentos y los micrófonos, llevaron al trance. El problema es que no ofrecían mucha justificación para una puesta en escena tan aparatosa (dos baterías, dos bajos, dos guitarras): su música podía resolverse casi siempre con la mitad de instrumentos. Rehúyen los juegos rítmicos y las carambolas de Shellac o The Ex, quizá ganando así en intensidad, pero a veces acercándose demasiado a la simpleza.
El de Veronica Falls tendría que haber sido el primer concierto del día de dar botes y pasarlo bien sin coartadas intelectuales. Sonó la genial ‘Bad Feeling’ hacia la mitad y para cerrar, la también pegadiza ‘Come On Over’, acompañadas de más temas de su debut y algún corte nuevo continuista con su sonido. El grupo estuvo correcto y fue una gozada verlos en un entorno más espacioso que aquel infierno de una Joy Eslava llena hasta la bandera, pero el público no terminó de responder y, como a unos The Pains of Being Pure At Heart que ya han visitado la ciudad presentando lo mismo siete veces, se les recibió con un inexplicable puntito de indiferencia.
Poco se ha sabido de Jeff Mangum desde que la historia de Neutral Milk Hotel llegara a su fin. Felizmente, el ATP le despertó de su letargo para comisariar el festival de 2011, finalmente celebrado en marzo. El San Miguel Primavera Sound ha sacado partido prorrogando su inesperada vuelta, y Mangum regaló uno de los conciertos más emotivos desde el primer segundo, en que invitó a los asistentes a acercarse al escenario. Entonces, un solitario Jeff sobre las tablas se vio arropado (mejor decir completamente rodeado), a menos de un metro de distancia, por todo un público entregado (durante la actuación recibió unos cuantos regalos dados en mano entre canción y canción). Muy tranquilo y de trato cercano, como ajeno a la trascendencia del momento, él simplemente hizo lo que se esperaba: escoger una de sus tres guitarras y desentumecer su potente voz para, canción tras canción, llevarnos al pasado y recordar lo grande que es su legado. Seguro que tras noches como la del sábado, Mangum se siente más vivo que nunca.
A pesar de sus intentos por mantenerse lo más aislados posibles, triunfaron ante un escenario Mini abarrotado en la que fue una de los grandes actuaciones de la noche. Comenzaron fuertes con ‘Wild’ -los teclados en la intro de la canción son preciosos-, y continuaron con ‘Norway’. A partir de ahí fueron cautivando por completo. Se echó de menos ‘Gila’, de su álbum ‘Devotion’, pero emocionó y mucho la gran ‘Myth’, casi al final.
Había ganas de ver a The Olivia Tremor Control después de haber cancelado su actuación en la pasada edición del San Miguel Primavera Club. Posiblemente ha sido el grupo más carismático de todo el festival si tenemos en cuenta la ratio simpatía/tamaño del escenario, una pena que sus complicados juegos vocales no terminaran de empastar, pero sin duda salías del escenario Vice con una sonrisa y la agradable sensación de haber escuchado una buena ración de pop -de filiación sesentera- que merece la pena.
Real Estate fueron una de las agradables sorpresas de hace dos ediciones, combinando el sonido luminoso de las playas de la Costa Oeste con el espíritu melancólico de la brumosa Glasgow. En esta ocasión, y tras el éxito de ‘Days‘, doblaron (¿triplicaron, cuadruplicaron? Es posible que me quede corto) el público que asistió a verles. Están en clara progresión ascendente y la estupenda acogida que han tenido hace presagiar que dentro de dos años subirán un peldaño más en su ascenso a la fama, ocupando un horario de privilegio en los escenarios Ray-Ban, Mini o incluso San Miguel. Que sea producto del hype o de su calidad solo depende de ellos.
Cada vez que aparece el nombre de Shellac entre los confirmados del festival se oye más de una risita o de dos entre los festivaleros veteranos, ya que hemos perdido la cuenta de las veces que han actuado. Sin embargo, siguen llenando hasta las trancas su hábitat natural, el escenario ATP, y alrededores. ¿Por qué? Porque poseen el directo más contundente de todo el fin de semana y una sana dosis de mala leche que rejuvenece. Entre fans acérrimos, primerizos curiosos y gente que no tiene claro qué ver a esa hora y sabe que Shellac son garantía, Steve Albini y los suyos siguen garantizando asistencia para su post-hardcore irónico, milimétrico y enrevesado. Larga vida.
¿Quién era ese tipo que ocupó el escenario Mini entre Beach House y Yo La Tengo? Hanni El Khatib, un californiano ferviente seguidor de las enseñanzas del blues eléctrico y el garage polvoriento. En formato trío (acompañado de batería y teclista/guitarra), presentó su primer disco, ‘Will The Guns Come Out’, ante una audiencia aparentemente escasa dada la enormidad de la explanada del Mini. Vale que no inventa nada pero su rock’n’roll hubiera funcionado mejor en un sitio más pequeño, cercano y envolvente.
Sharon Van Etten hace folk y lo hace bien, ¿alguien quiere más? Tras el formato rockero de la tarde en el Escenario San Miguel, correcto, pero algo plano, esta vez la vimos en el exquisito mini-escenario Ray-Ban Unplugged. Consciente de que los problemas de la altura en los conciertos se acrecientan en espacios tan reducidos como aquel (lo sufre en carnes propias), pidió que dejaran espacio para los bajitos en las primeras filas. Así de simpática y distendida se mostró, ideal para esta pequeña actuación de media hora, donde repasó temas de su reciente ‘Tramp’. A pesar de tener todas las papeletas para caer en el tópico (¿alguien ha dicho Cat Power?), demuestra personalidad propia.
Wild Beasts tuvieron la actitud suficiente para reivindicarse como uno de los grandes triunfadores de este fin de semana, viejas glorias aparte. En directo, las canciones de ‘Smother‘ se acercan peligrosamente al filo populista de White Lies o Glasvegas, pero la gente pareció disfrutarlo de esa manera. Estaba en disputa el trono al campeón del sábado y no cedieron ni un milímetro en sus aspiraciones, combinando profesionalidad y detalle en el sonido.
Por momentos, Ira Kaplan parecía estar poseído por el espíritu de Thurston Moore, ya que se animó a experimentar con la distorsión de la guitarra bastante. Con un set mucho más corto que el que les trajo al festival hace un par de años, entre los temas que repasaron estuvieron ‘Stockholm Syndrome’, ‘Mr. Tough’ y ‘Here to Fall’. Para el bis dejaron ‘Sugarcube’, al final la más reclamada por la gente. Han tenido días mucho mejores.
Cuando casi nos habíamos olvidado de que el chillwave existió y dejó un sinfín de discos el año pasado, Washed Out y Neon Indian llegaron para recordar que están aquí para quedarse. Washed Out actuaron en un escenario más pequeño y recogido (el Pitchfork), pero su show fue acertado en la reinterpretación de algunas de sus propias canciones o en la distribución de sus singles, ‘Amor fati’ y ‘Eyes Be Closed’, a lo largo del set (la última la suelen dejar para el final). Lo de Neon Indian, programados en el enorme Ray-Ban, fue un éxito total. Hablando en perfecto castellano y encantado de compartir su música con el público y de estar allí, Alan Palomo dejó al público sin nada malo que decir de él.
A última hora, mientras DJ Coco pinchaba durante horas en un abarrotado ATP (volvían a sonar Pulp, Judas Priest, etcétera) y Scuba convertía en una fiesta el Escenario Ray-Ban, Pional contaba también con una considerable cantidad de público (Oliver de The xx, entre ellos, suponemos que porque Jamie xx acababa de actuar también en esta punta del Fòrum). Pional, con una timidez emparentada con la de La Casa Azul, protagonizaba un mitad directo mitad sesión (cantó y pinchó) por el que se dejó caer, además de su prometedor repertorio que toca muy diferentes palos de la electrónica, de manera muy acertada aunque no tan celebrada por el público, la versión de ‘Crazy In Love’ de Beyoncé. Terminamos la noche con el showcase de Numbers, que entre proyecciones y reivindicaciones del saxo, dejó caer algún que otro éxito del hip-hop más selecto como la siempre bienvenida ‘Blinded By The Lights’. Una joya del segundo disco de los Streets que debería ser pinchada al amanecer en todos los festivales. Al final uno de sus miembros se lanzó al público para saludar a amigos y seguidores.
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Fotos: Damia Bosch, Dani Canto, Eric Pamies