Más o menos al tiempo que aterrizaba el ‘MDNA Tour’ en el Palau Sant Jordi, St. Vincent -por cierto, que se había rumoreado que colaboraría en el disco de Madonna- presentaba ese pequeño gran disco que es ‘Strange Mercy’ en una sala bastante más modesta (la Sala Apolo) y rodeada de su banda (Matt Johnson a la batería, Toko Yasuda y Daniel Mintseris a los teclados).
El setlist, compuesto prácticamente por temas de su último disco, se completó con ‘Actor’. Del primero tan sólo tocó una, ‘Your Lips Are Red’, aunque hay que decir que se reveló como uno de los cierres de conciertos más intensos que he presenciado, apocalíptico por momentos, como diría Piqueras. Pese a todo, la inmediatamente anterior ‘Krokodil’ ya se había erigido, indiscutiblemente, como el momento más memorable de todo el show, con el cuerpecito de Annie Clark surfeando entre la masa para terminar de interpretar la canción de pie, encima de las manos de algunos miembros del público.
Cuando Clark lanzó su debut, ‘Marry Me’, nunca me habría imaginado que la chica es en realidad puro rock n’ roll. Y eso que varios momentos de su actuación solo han hecho que confirmarlo: el final de ‘Black Rainbow’, igual de épico que un concierto de heavy-metal; la versión ultra vibrante y brutal del ‘She Is Beyond Good and Evil’ de The Pop Group, o las varias veces que Clark aporreaba –literalmente– su guitarra, ofreciendo pequeñas dosis de adorable locura que daban a su propuesta mayor credibilidad. Incluso los más escépticos, los que creen que es una pretenciosa, hubieran alucinado ante el derroche de energía de esta persona: ella, y solo ella, sostuvo un concierto repleto de energía en una sala que no estaba precisamente a rebosar.
Pero algunas canciones no terminaron de crecerse tanto como podrían haberlo hecho. ‘Cruel’ prometía subidón y no fue así, y la obra maestra de ‘Strange Mercy’, ‘Surgeon’ (que un fan pidió mientras Annie presentaba ‘Northern Lights’, así de buena es), tampoco sonó tan vibrante como en el álbum. Mientras tanto otras, como ‘Champagne Year’ sonaron regular. De todos modos, el concierto empezó muy bien con ‘Marrow’ y ‘Cheerleader’ (una de las más coreadas) y pese a lo irregular del sonido, otras canciones como ‘Dilettante’ -que Clark presentó como «su carta de amor a Nueva York”- ‘Strange Mercy’ y ‘Neutered Fruit’ no decepcionaron.
Está claro que Annie sabe venderse, y aunque algunas canciones no sonaran todo lo potentes que deberían, Annie estuvo tan entregada y su repertorio es en realidad tan interesante, que no pudo aburrir absolutamente a nadie. El recuerdo que queda del concierto de St. Vincent de ayer es, pues, el de un concierto mejorable, pero no por ello menos apoteósico.