Nos encontramos ante un nuevo episodio autobiográfico de Michel Rabagliati bajo el álter ego de Paul. En la anterior ocasión, ‘Paul se muda‘, nuestro protagonista comenzaba a compartir piso con su novia y a pasar de la adolescencia a una edad en la que las responsabilidades están a la orden del día. Sin ser tan aguda como las aventuras anteriores, publicadas en el mismo orden de creación, se mantiene aquí un tono íntimo y desenfado como nexo común, junto a las reconocibles cejas pobladas de Paul, tan presentes como una taza de café en la mesa del comisario de policía de cualquiera de nuestras series de televisión favoritas.
Dejando a su autor fuera de la estela de un “one hit wonder”, esta entrega le permite mantenerse de actualidad, a pesar de haber transcurrido más de cinco años de su publicación original, y alimenta las ganas de que lleguen a nuestro país, con menos retraso, el resto de andanzas. En ‘Paul va de pesca’ se recupera la inspiración de los inicios, y nos encontramos ante un torrente de sentimientos y de reflexiones que nuestro protagonista afronta sin arrugarse, con energía y con un optimismo contagioso, ambientado en un coto de pesca durante unas vacaciones de verano y junto a su inseparable novia.
Pero no toda la acción transcurre en el campo. Otros terrenos también son explorados: la admirable madurez de Paul a la hora de asomarse a nuevos desfiladeros, el humor como barrera sólida ante los contratiempos o la empatía en determinadas situaciones familiares. Siempre sin tintes edulcorados. El canadiense Rabagliati vuelve a demostrar su habilidad a la hora de ilustrar con sus dibujos -de trazo limpio, clásico y cercano a la historieta franco-belga-, un guión y unos diálogos que saben alternar diversión, drama y acción. Como en la situación de comprar el primer y los siguientes macs para hacer las tareas de diseño gráfico, o el modo en que descubre el clásico de la literatura americana ‘El guardián entre el centeno’ de Salinger. Una vez acabado este cómic, Michel hace obligatorio volver al principio, en concreto a la primera página, para cerrar así un círculo perfecto. 8,5.