Robyn Hitchcock no pudo traer en su banda a Peter Buck de R.E.M. por problemas familiares de este, pero tampoco le habríamos visto: era difícil tener ojos para otra cosa que no fuera la guitarra-camisa estampada de lunares blancos del artista. Con los ademanes de un Rufus Wainwright del mañana, Robyn ofreció un setlist de lo más mono y entretenido, y fue todo simpatía, comentando en castellano de todo, hasta que estaba caliente. También habló alemán.
Con unos zapatos tan naranjas que costaba concentrarse en otra cosa y muchísimo menos público del esperado en torno al Escenario Maravillas, Jessie J salió encantada de haberse conocido. Se dedicó a derrochar vozarrón a base de hacer gorgoritos y de pedir al público que le siguiese la cuerda, y hasta intentó llorar apretando mucho los ojos, sin demasiado éxito. En su setlist, baladas del tipo ‘Who You Are’ se entremezclaban con momentos de verdadera vergüenza ajena. El más significativo, cuando la londinense hizo subir al escenario a una fan de las primeras filas, amenazando con dejarla cantar ‘Pricetag’ a dúo con ella. Con muy buen tino, el responsable de darle el micro a la fan se lo dio apagado, por lo que la audiencia respiró tranquila. Como traca final del show, una ‘Laserlight’ a modo de adelanto de lo que nos esperaba con David Guetta al día siguiente y una ‘Domino’ que sedujo a un público que para entonces estaba -sorprendentemente- entregadísimo.
Buzzcocks no decepcionaron en la sección de viejas glorias. Entregados a la causa como si fueran unos adolescentes recién llegados, soltaron trallazos de la talla de ‘Promises’ o ‘What Do I Get’. ‘Why Can’t I Touch It’ no podía sonar más fresca. La urgencia y la perfección del sonido nos hicieron plantearnos definitivamente ‘Singles Going Steady’ como uno de los mejores recopilatorios de la historia. Al final, lanzaron una guitarra a lo lejos… que recogió en el aire uno de los pipas. Hasta para eso fueron perfectos: tonterías, las justas.
Sorprendía ver el Escenario Trident Senses prácticamente hasta la bandera, con un público ansioso por ver a Maverick Sabres sobre el escenario. El cantante de soul, rap y hip-hop (ahí es nada) ha sido comparado con grandes del género e incluso denominado «el nuevo Amy Winehouse». De momento el nombre le queda un poco grande, y su propuesta, que incluso llega a mezclar dubstep y soul es, cuanto menos, cuestionable.
No ha publicado nada desde 2009 (aunque asegura que tiene un nuevo disco de camino), pero los conciertos de Dizzee Rascal siempre, y repetimos, absolutamente siempre, son una buenísima opción. Su acertada mezcla entre hip-hop y electrónica es capaz de abarrotar cualquier escenario, y él es lo suficientemente inteligente como para meter todos sus hits pasados y presentes en el setlist, con la clara intención de darle al público una buena ración de lo que demanda: baile, fiesta y diversión. Un par de problemas técnicos amenazaron con aguar el concierto a los presentes (el sonido, literalmente, se desvaneció en dos ocasiones durante varios minutos) y el respetable, en lugar de abuchear a alguien, coreó el nombre de Dizzee Rascal como si fuese la última cosa que iba a hacer en su vida. No es para menos: un setlist que incluye ‘Heavy’, ‘Sirens’, ‘Bassline Junkie’, ‘Dirtee Disco’, ‘Holiday’, ‘Bonkers’ y las colaboraciones con Calvin Harris (‘Dance Wiv’ Me’) y Florence and The Machine (‘You Got The Dirtee Love’, con una Florence pregrabada que nos hizo acordarnos de cuánta pena nos dio su cancelación) bien se merecieron una ovación.
Fotos: Fib