Como ejemplo de asimilación industrial de un movimiento, ‘El amigo de mi hermana’ es reprobable. Como comedia indie, más que apreciable. Lynn Shelton demuestra su enorme talento para la dirección de actores -con la improvisación como principal herramienta- y su habilidad para, partiendo de situaciones dramáticas, dejar surgir la comedia.
“Regla número 1: no hablar a espaldas de los demás”. A partir de esta quimérica promesa, formulada por los tres protagonistas en la cocina, se pone en funcionamiento el mecanismo dramático de la película: un juego de enredos, ocultamientos y camuflajes sentimentales que, trasladado a un contexto estilístico indie, emparentan con la mejor comedia clásica hollywoodiense.
Tras una brillante primera hora, llena de ingenio y emotividad, los secretos de los personajes se desvelan. Y los de la película también: de los restos del mumblecore -naturalismo, improvisación, incorrección- surgen los rastros del mainstream: corrección, convencionalismo y sentimentalismo. 6,9.