Kutxa Kultur Festibala: el nuevo parque indie

Siempre hay eventos en los que el continente es tan relevante como el contenido. No es educado ni galante dar nombres, pero todos tenemos una lista de espacios preciosos en los que se desarrollan conciertos de grupos que nos gustan –y otros que aprovechamos para ir a cenar-. Ahora deberemos dejar un hueco en ese inventario de “certámenes con encanto” para Donostia, que irrumpe con fuerza con el Kutxa Kultur Festibala.

Celebrado el pasado fin de semana en la capital guipuzcoana, su emplazamiento es lo que lo hace único. El Parque de Atracciones de Igeldo, más vintage que la propia palabra, abrió sus puertas para que la música acompañara los paseos por las ferias o la travesía en la Montaña Suiza, una especie de Montaña Rusa Lego que da pavor por el ruido que meten sus raíles.

Si a todo esto le añadimos que la entrada valía diez euros por día, que el festival tuvo un enfoque diurno – a las 2 de la noche ya estaba el cerrojo echado-, que apenas hubo colas, que las barracas estaban abiertas, que el servicio de autobuses-lanzadera y el funicular funcionaron de maravilla y que la habitual nube que vive sobre la ciudad norteña se fue a pasar unos días fuera, el resultado es obvio: 11.000 asistentes encantados.

También hubo música, claro. Y a ratos, muy buena. Empezaremos por la sorpresa más agradable del certamen: Wilhem & The Dancing Animals. Los pamplonicas demostraron que Iruña sigue siendo un hervidero interesante de grupos, como en su día lo fueran Gijón o la propia San Sebastián. Con un bajista extranjero que parecía sacado de una fiesta de High School, su pop fue la cosa más divertida que hemos visto en los últimos meses. Alocado, pizpireto, puro regocijo, con temas tan atractivos como ‘Twice Alone’, ‘Wake up’, el futuro hit ‘Elephants’, el irónico ‘Bulls Revenge’ o la versión de ‘Lucy in the Sky with Diamonds’ de los Beatles con la que se despidieron de los presentes.

Siguiendo con la campaña nacional, Love of Lesbian demostraron que Donostia es igual que Murcia, Albacete, Sevilla o Lugo. Que en todas estas ciudades hordas de fans se vuelven majaras con las canciones de Balmes y compañía. Poco podremos aportar a los shows que se extienden por toda la península: un agradecimiento especial por actuar “en uno de los sitios más bonitos que hemos pisado este año”, un set corto adaptado a las necesidades festivaleras. Sonaron ‘Belice’, ‘Los Seres Únicos’, ‘Algunas Plantas’, ‘Allí Donde Solíamos Gritar’, la pegadiza ‘Club de Fans de John Boy’… Frente a ellos, lo de siempre: muchas chicas, gritos, saltos, agacharse, mover las manos, “pararara”, “ueeee”. Y así.

Russian Red comentó en Igeldo que este año nunca habían tocado en un festival a una hora tan temprana. Y pareció un acierto hacerlo a plena luz del día, bajo el agradable sol. Sus ensoñadoras melodías fueron bien aceptadas a las seis de la tarde. Con un par de miembros de Belle And Sebastián en sus filas (Bobby Kildea y Stevie Jackson) y la compañía en algunos momentos de Brian Hunt, la gente salió encantada de una transparente actuación en la que destacaron, como viene siendo habitual, Charlie Bautista y Pablo Serrano. Por la explanada sonaron entre otras ‘Every Day Every Night’, ‘I Hate You But I Love You’, ‘The Sun The Trees’ y el ‘Loving Strangers’ de la película ‘Habitación en Roma‘, para acabar con la briosa ‘Mi Canción 7’.

En el top foráneo, todos los presentes destacaban el conciertazo que dieron The Raveonettes. El dúo (y batería) mostró sus influencias ruidistas, evolucionando la Biblia melódico-noise que nos legaron Jesus And Mary Chain hacia terrenos melódicos más tersos. La suya fue una actuación hipnótica y encantadora. En cambio, Mäximo Park fueron mínimos en este parque. En parte porque tuvieron muchos problemas de sonido. Y también porque, quizás a causa de ellos, su set quedó bastante deslavazado.

Mejor les fue a The Horrors. En el que fue, según las palabras del espigado cantante, el último concierto que van a dar en una temporada, los británicos buscaron los límites de los altavoces con su potente y oscuro rock casi lisérgico. ¡Qué potencia y concreción, madre mía! Un poquito de Stooges, otro poco del pop oscuro de los años 90, mucha presencia escénica y mucha calidad.

Los Campesinos mostraron toques casi épicos y un pop contagioso, aunque lo que sigue lastrando sus actuaciones – al menos en mundos no anglófilos como el nuestro- es ese imparable cantar acelerado que deja a Morrissey o Jarvis Cocker en tímidos quinceañeros. Aunque para épicos, los irlandeses Delorentos, que se elevaron tanto en este certamen que uno de ellos tuvo que ser atendido por un percance en el pie en ese momento en el que todos los gatos son pardos.

El sabor de boca ha sido excelente, y los organizadores ya dejan entrever que el año que viene repetirán emplazamiento y fechas. A ver si entonces el banco patrocinador, Kutxa, sigue teniendo euros para gastarlos en este coqueto y económico evento.

Fotos: Juan G. Andrés.

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