Menos mal que están los malos. Benicio del Toro, Salma Hayek y John Travolta se lo pasan en grande llevando postizos, insultando en español y haciendo maldades. Sus personajes resultan tan atractivos y carismáticos que producen en el espectador lo que podríamos denominar “efecto slasher”: queremos que maten a los jóvenes protagonistas, a ser posible con tortura previa y como en los 80: tras ver cómo se drogan y fornican.
Oliver Stone, el director estrella de los 90 al que peor le ha sentado el cambio de milenio, deja a un lado sus documentales castristas y, como si no hubieran pasado los años, exhibe su habitual retórica visual de yayo toxicómano: los mismos alucinados efectos de luz y montaje de siempre, e idéntica narración alborotada.
El resultado es un narco-thriller situado a medio camino entre la divertida locura de ‘Asesinos natos’ (1994) o ‘Giro al infierno’ (1997) y el polémico comentario político de ‘JFK (Caso abierto)’ (1991). Una anodina frontera estilística y narrativa que no permite ni tomársela en serio (ese innecesario y caprichoso doble final) ni completamente en broma. Con una temática similar, cualquier minuto de la serie ‘Breaking Bad’ resulta más elocuente, complejo y entretenido que los 120 que dura ‘Salvajes’. 4,5.