Quienes pensaran que el cartel de la gala del sábado era más flojete se equivocaron, porque cuando Shakiro salió al escenario clavando la voz de Shakira (¿es él quien canta como una chica o ella la que canta como un hombre?), se repitieron las altas cotas de surrealismo y diversión alcanzadas el día anterior. Shakiro titubeó un poco durante su versión de ‘Suerte’ y no llegamos a disfrutar del todo de su «suerte que mis pechos sean pequeños y no los confundas con montañas», pero se creció por completo cuando Kaoma volvían al escenario para realizar una versión conjunta de ‘Waka Waka’. Ver a Shakiro con Kaoma mientras las pantallas mostraban a la Selección Española marcando goles (Piqué incluido con toda la malicia del mundo) podría considerarse sin pestañear uno de los mejores cierres de verano de la historia. Menos interesante fueron el larguísimo set de tenor de Paul Potts, sobre todo para los que no seguimos los realities anglosajones, y la broma de Los Manolos.
La noche en el Matadero acababa con Underworld, cuyo concierto estuvo protagonizado por el cantante Karl Hyde, que a sus 55 años no dejó de hacer poses en el escenario en la primera línea, subido en todo tipo de lugares, e incluso detrás de sugerentes cortinas, como si fuera un bello post-adolescente de Bel Ami. Realmente fascinante e hipnótico. Bravo por él. En cuanto a lo musical y a lo visual, Underworld ofrecieron el esperable espectáculo excelente, sin renunciar a la esperada ‘Born Slippy’ -himno generacional-, pero haciendo brillar también canciones de su infravalorado último álbum. Fue el caso de ‘Always Loved A Film’ o ‘Scribble’, que pusieron en pie a todo el mundo.
Tras el cierre del Matadero era el momento de trasladarse a La Riviera, donde ya actuaba Delfín Hasta El Fin, esta vez con un set más largo que el día anterior, pero donde volvió a ser protagonista ‘Torres gemelas’, coreada por el público hasta la saciedad, y bailada ya con la tranquilidad que da el techo de una sala. También repetía con set más largo Chimo Bayo, lo que dio lugar a que pudiéramos escuchar una ‘Tía Enriqueta’ que, de puro pegajosa, nos pasamos cantando el resto del fin de semana. Tras su despedida «¡Hasta siempre: uh-ah!», posterior a ‘Así me gusta a mí’, era un poco extraño tragarse un concierto de media hora de drum & bass completamente en serio por la gracia de Netsky. Sin embargo, terminó entreteniendo, a pesar de la saturación en el mercado de su estilo.
Diplo era la solución para esta mezcolanza, alternando como siempre el factor kitsch con lo que mola de verdad. El musculado ex de M.I.A. salió al escenario acompañado de cuatro bailarines (dos chicos y dos chicas) que no dejaban de hacer posturitas simulando sexo barato y putiferio máximo de hombre con hombre, mujer con mujer y todo lo contrario. Cuando empezaban a aburrir a las vacas se les mandó a casa, Diplo les dio las gracias con ese micrófono del que no se despega aunque él a lo que venga sea a pinchar, y empezó a soltar hits donde se encontraba por supuesto ‘Pon de Floor’, quizá su canción más conocida tras el sampleo de Beyoncé. Mucho vicio, ritmo sin descanso y alguna concesión a las modas (hubo varias al dubstep) en una buena sesión que usamos como despedida de esta extraña cita vivida en la ciudad. ¿Volverá a repetirse? No creemos, al menos por aquí cerca, pero ojalá. Cuánto se nos olvida que la comedia en música es tan digna como en el cine…