¿Revelación o timo? Pues, ni una cosa ni la otra. Estoy de acuerdo con los detractores en que muchas de las comparaciones y halagos son bastante exagerados. Que algunos diálogos, en su forma y contenido, suenan más falsos que las discusiones de un judge show. Y que ciertos recursos, como el abuso de los puntos suspensivos, pueden poner de los nervios a más de uno. Pero también es cierto que la habilidad del autor para salir airoso en la trascripción de las conversaciones entre muchos personajes, a veces seis o siete a la vez, es digna de elogio. En un tono de drama costumbrista y generacional, los diálogos entre este grupo de amigos que se reencuentran 25 años después fluyen con admirable facilidad, caracterizando de forma muy precisa a los personajes y ayudando a tejer una trama que, poco a poco, derivará hacia la ciencia ficción apocalíptica y metafísica.
Más que a la referencia obvia (y coyuntural) de ‘La carretera’, el debut de Monteagudo recuerda a un cruce entre la fórmula ‘Diez negritos’ de Agatha Christie, las novelas de Stephen King (sobre todo ‘El cazador de sueños’) o Ray Bradbury, y las historias de la serie ‘The Twilight Zone’. Eso sí, con un toque “posmoderno” que intenta evitar las soluciones “prosaicas” de sus modelos. Una peripecia emocional y una búsqueda de sentido en un paisaje ¿mental? al que Monteagudo responde con una palabra: FIN. 7.