Desde un punto de vista argumental, ‘Looper’ le debe mucho a la segunda película de James Cameron. Pero su director y guionista, Rian Johnson, resuelve la paradoja de forma mucho más coherente e ingeniosa (aunque se tome sus licencias). Para no destripar el argumento, solo quiero resaltar una de las ideas más brillantes en este sentido: si en un futuro se pudiera viajar al pasado, estos viajes serían inmediatamente prohibidos; solo se harían de forma ilegal y con propósitos criminales.
El gran atractivo de ‘Looper’ es su riqueza semántica. Los loopers de la película no solo disparan balas en un futuro distópico, también significados y emociones. Johnson construye su película con los cimientos de la contraposición: la vida en la ciudad, degradada, tóxica y llena de cicatrices post colapso económico, contra la vida en el campo, dura pero saludable y segura en su inmovilidad; el yo pasado, lleno de planes y anhelos, contra el yo futuro, buscando en el pasado cómo recuperar su futuro; la genética (en una forma de mutación telequinética que recuerda al ‘Scanners’ de Cronenberg) contra el determinismo social (¿puede el amor de una madre dominar a la bestia?); e incluso Bruce Willis contra su propia imagen como héroe de acción.
Después de revitalizar el género negro con la estimulante ‘Brick’ (2006) –y a falta de ver la inédita en España ‘The brothers Bloom’ (2008)- Rian Johnson se adentra en el género de la ciencia ficción partiendo de un elaborado guión que se interesa más por el perfilado de los personajes, la creación de atmósferas, la coherencia narrativa y la construcción de discursos, y menos por la exhibición de alta tecnología al servicio de la acción más aparatosa. Como los trabucos que utilizan los loopers, el director abre un agujero en el interior del alma humana para mirar dentro y ver sus contradicciones: la tensión entre lo que somos y lo que seremos. 8,5.