El indie en España: Los Sellos

Observando en la distancia los inicios del indie en España, se puede ver que se sustentó en tres pilares básicos que se retroalimentaron y que sirvieron de soporte unos a otros a falta de estructuras más consolidadas que permitieran ir avanzando, creciendo y construyendo donde no había más que la nada. Antes de que los directos, las marcas y, sobre todo, los festivales (y, en cierta medida, el dinero público) se convirtiesen en piedra angular del armazón de la música independiente en nuestro país, los grupos (muchos de ellos alrededor de incipientes escenas), los medios (casi todos fanzines y, en un lugar de privilegio y guía, Rockdelux) y los nacientes sellos ocuparon casi todo el espacio de lo alternativo en los primeros 90.



No era un fenómeno nuevo. Si observamos la irrupción de la nueva ola (o La Movida, o las diferentes “movidas”) a finales de los años 70 y en los primeros 80 en la música española, además de los grupos y los fanzines, multitud de sellos independientes estaban en la base de la creación de una pequeña infraestructura que sostuvo el entramado hasta que las bandas empezaron a despuntar, y tanto los grandes medios como los grandes sellos se fijaron en ellos. En los 90 el camino no fue tan sencillo por varias razones: música más inaccesible de primeras, voluntad esquiva de los propios implicados y público mucho menos receptivo que una década antes.

Había sellos asociados a grupos o colectivos (como Triquinoise o Por Caridad), otros con poca continuidad (El Colectivo Karma, a pesar de su recientemente anunciada resurrección), movidos más por el entusiasmo que por la intención de iniciar un proyecto empresarial a largo plazo (Waco, Roto), con problemas estructurales inesperados (el colapso de la distribuidora Running Circle)… Un ejemplo de cómo algunos de los sellos que publicaron referencias que han pasado a formar parte de los clásicos de aquel momento se fueron al traste sería la fugaz discográfica Radiation, casa madre de los hoy reivindicados El Inquilino Comunista, que publicó también el último disco de Cancer Moon.

Como ya dijimos, Elefant no fue la primera pero sí la más decisiva de las discográficas del momento, más que nada por la incansable figura de Luis Calvo prodigándose en multitud de direcciones que consolidasen unos mínimos tanto para sus bandas como para la escena en general. Antes estuvo, por ejemplo, Munster (que comenzó como un fanzine en los últimos y agonizantes momentos de La Movida) y mucho antes estaría Discos Medicinales -fundado por Miguel Angel Villanueva de Los Brujos-, centrado en proyectos valencianos. Otros pioneros serían B-Core desde Barcelona, con un corazón hardcore pero de espíritu alternativo (mirando a la escena Washington) y Romilar D, con un catálogo que iba de Lagartija Nick a Los Clavos, y de Sex Museum y Dr. Explosion hasta uno de los primeros trabajos de los metaleros Hamlet. Había otros como Triquinoise que se circunscriben principalmente en el entorno de proyectos de Corcobado y adyacentes, o ese extraño invento que fue Polar.

Este último se creó como subsello alternativo de Max Music (sí, los de los ‘Max Mix’, el grupo Viceversa o montones de actos de eurobeat y demás), convencidos por el dueño de la tienda de discos barcelonesa Hardcore Records. En su corto espacio vital licenció para España grabaciones de bandas como Yo La Tengo o The Primitives pero también editaron ‘Hunted By The Snake’, el debut de Cancer Moon producido por Jaime Gonzalo (Ruta 66), o el primer disco de otros pioneros del sonido indie en España, Vancouvers. El sello duró poco más de un año porque su situación dentro de la matriz era extraña y Max Music no vio que pudiera llegar a ser rentable (quizá de haber aguantado un poco más se hubiesen sorprendido de los beneficios que pudiese haberles reportado tener una división así en su entramado general), por lo que antes del fin de 1991 decidieron liquidarlo de la manera más sucia: Cancer Moon explicaban en el número 115 de Rockdelux (enero 1995) cómo se negaron a publicarles un segundo disco, tal como constaba en contrato, y no contentos con eso tampoco les querían dejar marchar a otro sello sino vender su contrato a otra compañía, motivo por el cual el dúo les llevó a los tribunales.


La multinacional RCA (la actual Sony) también empezó temprano a tener aventuras a través de su subsello indie Virus, aunque en ese momento no casaba muy bien en la estructura y los objetivos de una gran empresa discográfica, y quizás no lo hizo hasta la llegada del recopilatorio de Pepsi. RCA creó este subsello tratando de dar salida a grupos que no se ajustaban al catálogo general de Isabeles Pantojas, Sabinas o Mecanos, y puso en el mercado un recopilatorio de presentación con artistas noveles como The Faded Flower, los murcianos Iluminados o Alias Galor (estos dos últimos más tarde repescados por Jabalina) titulado ‘La Única Alternativa / Uno’ (curioso título ya usado en un sampler por Compañías Independientes Asociadas, fugaz unión de pequeños sellos en los 80 y que en los 2000 volverá a usar la FNAC en otro disco de grupos de diversos sellos indies). El proyecto no pareció satisfacer a RCA y apenas usó la marca Virus para unas referencias de Surfin’ Bichos y de Aerolíneas Federales. Poco después entra David López en la compañía, cuyo trabajo de A&R consigue atraer a Los Planetas, Nosoträsh, El Niño Gusano o Penelope Trip antes de abandonarla para fundar Limbo Starr. Pero eso es otra historia y merece ser contada en otra ocasión…



Otro caso curioso fue el de La Fábrica Magnética. Fundada como sello y distribuidora en 1987 por Servando Carballar cuando perdió el control de DRO y salió de la que era la compañía más importante de los años 80, al principio no parecía tener una línea definida, pero al inicio de los años 90 comenzó a delimitar su perfil al fichar a Surfin’ Bichos (que pasaban de un sello a otro como se ve), Sex Museum, El Regalo de Silvia, o poner en la calle el debut de Beef. Pronto creó otro subsello de corta vida denominado Rabia, que albergó a gente como Cool Jerks o Alias Galor. Como distribuidora alojó a otros sellos como La Jungla, Discos Primitivos o el mítico Lollipop, pero como sello no levantaba cabeza y en 1994, cuando sus discos ya eran distribuidos por la muy activa distribuidora Running Circle, echó el cierre de manera definitiva dejando grandes deudas a algunos de los sellos que llevaba (y en paños menores a los grupos de su catálogo, tal y como explicaron Insanity Wave en su blog hace unos años). A tenor de esto vale la pena también recordar su conflicto legal con Los Del-Tonos. Con ello Carballar puso fin a sus intentos por crear un gran sello independiente sostenible. Ironías de la vida, Lollipop adquiriría en 1997 el catálogo de La Fábrica Magnética reeditando algunos de los trabajos de esa época posteriormente.

Precisamente la citada Running Circle es un caso paradigmático de algunos errores (quizá inevitables) que ocurrieron entonces. Aglutinadora de multitud de sellos nacionales e internacionales de prestigio, llegó un momento en que se convirtió en la principal proveedora de discos a tiendas dentro del territorio independiente. Esto no era baladí, porque en ese momento gran parte de los ingresos -por no decir la mayoría- se generaban vía venta de discos, ya que los derechos editoriales de la empresas discográficas independientes eran escasos e irregulares, y el management y los directos no eran ni la sombra de lo que más tarde serían. Colocar discos en la recién inaugurada FNAC, la cadena de tiendas de la cadena Madrid Rock o entrar dentro de los catálogos de venta por correo como Tipo o Discoplay (auténtico maná de fuente de ingresos entonces) era un trabajo complicado pero necesario. Lugares como El Corte Inglés quedaban descartados y no sería hasta mucho más tarde -y con excepción de referencias puntuales- que aparecerían por su sección de discos nombres que todos podríamos relacionar con el indie, sobre todo gracias a la visibilidad que trajo el éxito de Dover a la escena independiente cuando ésta llegaba al fin de su primera fase.


Running Circle trabajaba muy bien y creció mucho. Bajo su manto encontrábamos compañías nacionales como Acuarela, Jabalina, Roto o Alel.luia y luminarias internacionales como City Slang, Rough Trade, IRS o Sub Pop en sus mejores momentos. Pero en 1996, cuando nadie lo sospechaba, se declaró en quiebra y dejó en la estacada a docenas de pequeñas y no tan pequeñas compañías, varias de las cuales no pudieron afrontar las pérdidas y echaron el cierre. Es curioso el paralelismo entre la primera y la segunda oleada de la independencia en España: en los 80 la distribuidora Pancoca (fundada por el artista plástico Oscar Mariné; la principal del momento al llevar a sellos tan importantes como Rara Avis, GASA, Tres Cipreses o Goldstein) quebró llevándose por delante docenas de pequeñas compañías. Lo mismo volvería a ocurrir apenas una década más tarde: de las cenizas de Running Circle surgió una nueva distribuidora tiempo después, Dock, que en otros diez años volvió a quebrar y a llevarse por delante otro buen montón de sellos nacionales. El eterno retorno.

Tampoco le iría mejor a aventuras similares como El Diablo Distribución. Subterfuge, en plena borrachera de éxito sin precedentes gracias al disco ‘Devil Came to Me’ (1997) de Dover, que sobrepasó el medio millón de copias, se lanza a un proyecto (también una editorial de cómic y otra de vídeos, además de varios subsellos) que quizá parecía lógico pero que resultó descabellado y casi termina con el propio sello. Nacido como un fanzine con regusto punk, amor hacia el cómic y la serie B, Subterfuge siempre ha gozado de un olfato comercial bastante atinado. Ya muy al principio, su historia cambió cuando ‘Pizza Pop’ de Australian Blonde permitió una inmediata profesionalización de la compañía vía el éxito de la canción ‘Chup Chup’, sobre todo a raíz de su aparición en la película de Montxo Armendáriz ‘Historias del Kronen’. El fichar a una banda como Dover, que a pesar de haber actuado en el FIB apenas había vendido unos cientos de discos de su debut en Everlasting, ‘Sister’, prueba ese buen ojo de Carlos Galán y Gema del Valle para detectar el éxito. Con el dinero generado por Dover decidieron dar un paso más allá y montaron una gran distribuidora que aglutinara a casi toda la escena nacional y muchos sellos internacionales con compleja presencia en nuestro territorio tras la caída de Running Circle, referencias que llegaban o bien por otras distribuidoras como Green UFO’s -muy centradas en escenas concretas como la francesa- o ciertos sellos muy definidos de Norteamérica y Europa. Otra vía para adquirir trabajos internacionales era a través de sellos que licenciaban álbumes puntuales. Existían otras distribuidoras como Alía (sin línea definida y que también quebraría), la ya veterana Nuevos Medios u otros sellos/distribuidoras como Houston Party

, que crecieron casi sin darse cuenta.



En 1999 Subterfuge montó un entramado muy complejo en muy poco tiempo bajo la etiqueta El Diablo. La mayoría de los sellos nacionales se cobijaron bajo el ala de quienes habían sido unos compañeros de viaje durante toda la década, pero la inexperiencia de Subterfuge en ese campo en concreto, el cambio de modelo que se estaba gestando (son tiempos del Napster), la elefantiasis de la empresa en cuestión de meses y un plan a una agresivo y arriesgado, convirtieron la aventura en un quebradero de cabeza que llevó al borde de la ruina a la casa madre. En ese momento entró PRISA, que adquirió el 51% de El Diablo a través de su gestora para esos asuntos (Gran Vía Musical), convencida del gran negocio que existía en la música independiente y los discos en general. La realidad se impuso y el desastre de la adquisición cristalizó en la venta de la propia Gran Vía Musical a Universal en 2004, incluyendo a El Diablo Distribución en un paquete que contenía a músicos y artistas como Los del Río, Tamara (la buena, o sea, la mala), Maita vende Cá, Zapato Veloz, Marianico el Corto o Papá Levante. El propio Carlos Galán lo expresaba de manera tajante en una entrevista para el diario Cinco Días: «Nuestro punto de locura fue en 1999, cuando creamos Diablo Distribución. Estuvimos a punto de irnos a tomar por saco».

A pesar de esto, como ya hemos comentado en otros momentos, era una época de sentimiento de pertenencia a un objetivo común, a una escena reconocible y el ambiente era más de colaboración que de competencia. Un ejemplo fue la creación, en 1997, de la asociación ACIDO (Asociación de Compañías Independientes Discográficas Organizadas), con la idea de tener una voz propia a la hora de la gestión de derechos frente a la SGAE, de negociar condiciones respecto a administraciones o de compartir experiencias. Fundada por Subterfuge, Siesta, Elefant, Grabaciones en el Mar y el sello de hip-hop Yo Gano, tuvo más de intención que de resultados. Un disco recopilatorio de bandas de todos estos sellos queda como único testimonio de esta abortada iniciativa. Tiempo después la UFI recogería con más suerte y resultados la misma idea.

Si has llegado hasta aquí te habrás dado cuenta de que tener un sello en esos primeros momentos del indie nacional era una actividad que iba desde lo romántico a lo irresponsable. Multitud de ellos nacían y morían en cuestión de meses, unos dejando huella y otros no mucha; algunos con varios discos que siguen sonando frescos y otros caducados el día de su propia publicación. Nombres recordados u olvidados, fenecidos o resistentes como Waco (Kactus Jack), Alehop! (Solex, Ulan Bator Trío), Liquid (Afraid to Speak in Public), Mocambo (Amateurs), Roto (Los Buges), Hall of Fame (Caballero Reynaldo), Goo (Nuevo Catecismo Católico, Cancer Moon), Por Caridad (Mil Dolores Pequeños, Superelvis), Esan Ozenki (Dut, Lisabö), Rock Indiana (The Happy Losers, Aneurol 50), Radiation (El Inquilino Comunista) y muchos otros nacidos en esa etapa germinal justo antes de que apareciera una segunda oleada de sellos casi al final de la década, cambiara el idioma preponderante en el que se cantaba, y hubiera una cierta pérdida de la inocencia en el mundo discográfico independiente.



Por su relevancia, trayectoria o simplemente por ajustarse mejor a los parámetros de lo que estamos contando en esta serie de artículos destacaríamos los siguientes sellos discográficos surgidos entonces:

Acuarela. El sello del periodista musical Jesús Llorente -como el fanzine del que este formaba parte, Malsonando- nacía con cierta vocación arty. Creado bajo la sombra de Elefant para publicar el primer single de Sr. Chinarro, artista que durante años era nombre indistinguible del que tenía el propio sello, será descubridor de joyas como Migala, Paperhouse, Mus y muchos otros, editando referencias en exclusiva de gente como Will Oldham, Hefner, Ian Crause o Songs: Ohia, y además emprendiendo aventuras como abrir una división de libros u organizar el festival Tanned Tin.

Astro. Nacido en Gijón e impulsado por los miembros de Penelope Trip tras una experiencia complicada con Munster para editar lo que a la postre sería su último trabajo, el magistral ‘¿Quién Puede matar a un Niño?’ (1996), va más allá y, bajo la batuta de Roberto Nicieza (batería de Australian Blonde), dará cobijo a trabajos de bandas como Niños Mutantes, Manta Ray, Australian Blonde o Nosoträsh. 


B-Core. Pioneros de la escena barcelonesa, en un principio se asocia su sonido al de la escena harDCore de Washington, pero pronto saben llegar también a un público más amplio con un gusto por lo alternativo gracias a bandas con fuerte pegada melódica como Corn Flakes, Aina, Madee, Fromheadtotoe y grupos que serán abrazados sin remilgos por el circuito de festivales indies como Standstill o The Unfinished Sympathy. 



Elefant. Poco que añadir a lo ya dicho sobre su papel central y esencial no sólo en la publicación de discos o prestando apoyo y experiencia a multitud de sellos nacientes sino en sus otras aventuras relacionadas con la escena. La Sala Maravillas, El FIB, la revista Spiral o la apertura de una tienda de discos en Valencia son algunos de los muchos hitos de Luis y Montse. Por hacer hasta editaron la primera referencia de Los Planetas.



Grabaciones en el Mar. Unido de manera irremediable a ese milagro que fue El Niño Gusano, cuando Pedro Vizcaíno fundó el sello zaragozano, él ejercía de editor; y bandas locales como Ink y Ana Tere Experience se financiaban la grabación de sus singles. Luego fue la casa que acogió a los pioneros El Regalo de Silvia (parte de la fundacional gira Noise Pop 92), a grupos como Nothing, The Tea Servants o La Nube y la que le dio la alternativa a La Habitación Roja. En la actualidad sigue en activo y en su plantilla figuran nombres como Josh Rouse, Joaquín Pascual o The Ladybug Transistor.



Jabalina. Acercándose a su veinte aniversario, con la distancia, sus comienzos parecen algo erráticos. Muy pegado a los gustos del momento y sin una línea muy definida, Iluminados no sólo fue su primera referencia sino también su emblema junto a bandas como Onion o Venas Plutón. El cambio de dirección musical a cargo de su director Tanis Abellán a primeros de los años 2000, coincidiendo con el propio cambio de la escena, da empaque y personalidad al sello editando a Souvenir, Ama, Polar o en tiempos recientes a Klaus&Kinski.

Munster. Absolutos pioneros, declarados fans de la serie B y la Z. En los primeros años del indie publican a grupos y discos esenciales del asunto: Patrullero Mancuso, Penelope Trip, Los Valendas o The Pribata Idaho. Después se van especializando en rock sucio, garaje, punk… aunque su catálogo sigue siendo de lo más diverso.



Siesta. La Buena Vida. Parecen conceptos inseparables. Sello, banda y actitud vital son un todo para comprender una etiqueta movida por una filosofía de lo sublime y extravagante (así se entiende que una de sus referencias sea una botella de vino y otra, aunque promocional, una entrevista a Orson Welles en vinilo junto a un puro). Daily Planet, Moving Pictures, infinidad de grupos inventados con discos compuestos y tocados por otros miembros del sello y el paso inexcusable por el hito que fue y es La Buena Vida hacen del sello de Mateo, Manuel y Sara algo irrepetible, hijo de un momento concreto, de unas circunstancias propias y de un entorno singular que (¿por desgracia?) ya no volverá.



Spicnic. Un sello que no se parece a ningún otro de los mencionados, siempre por libre, siempre diferente, siempre personal. Hogar de artistas de difícil encaje en aquel momento, heredero en personas y espíritu de Terry IV (grupo y fanzine), precursores de un sonido y actitud que ayudarían a cambiar el pop independiente español al final de la década, publicó discos de Meteoro, Astrogirls, Alpino, Parade y hasta ‘Al Amanecer’ de Los Fresones Rebeldes. Extraño ente en el que todas sus referencias hasta el día de hoy se pueden calificar de imprescindibles.

Subterfuge. Qué más decir al respecto de la ajetreada actividad del sello madrileño durante los años 90. Jalonada de éxitos puntuales extraordinarios, fue la primera indie en conseguir un disco de oro y de platino, fichar a proyectos con potencial enorme, usar la publicidad como arma promocional masiva, diversificar y ampliar el área de negocio en multitud de direcciones y hasta de resucitar comercialmente la mustia carrera de Fangoria y conseguir los mejores momentos de estos. Nuclear Sí, Estanis Solsona.

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Publicado por
JNSP