Esta última cifra, nada comparado con los 78.000 dólares necesarios para construir un hit de Rihanna y el millón de dólares para promocionarlo, despertaba cierto recelo en tiempos de crisis. En un mundo en el que los equipos de alta fidelidad ya no están apenas presentes en los hogares, como sí sucedía hace 20 años cuando todo el mundo tenía uno; en el que la gente prefiere escuchar música a través de los altavoces cutres que vienen de regalo con los ordenadores; y en el que los mejores estudios de grabación están cerrando por la crisis; el público no parece dispuesto a comprender que la calidad se paga. Por eso hemos decidido hablar con dos de los protagonistas del fenómeno «crowdfunding» reciente, tan diferentes entre sí como El Hijo y Soraya, para preguntarles cómo se decide el presupuesto que se solicita.
La grabación de ‘Los movimientos‘ de El Hijo no se produjo gracias a la financiación colectiva, pero sí se recurrió a esta en gran parte para la fabricación, y en menor medida para la masterización y los gastos de envío del disco. Aun así, Abel Hernández tiene claro que el presupuesto se valora en función de las posibilidades comerciales que tenga el artista, que «no suele decidir cuánto gastar, sino que intenta arreglarse con lo que le dejan». De manera significativa, habla de la capacidad del músico «de mirar con realismo quién es y con qué apoyo puede contar». «Depende mucho de quién sea el músico. No tiene nada que ver el presupuesto de un grupo o solista que genera mucho dinero (en concepto de lo que sea: discos, conciertos, merchandising, derechos de autor…) para una empresa grande (sea una de las multis o no), con el de otro que apenas recupera la inversión para un sello minúsculo. Es de cajón capitalista: a más probabilidad de beneficio, más riesgo corre el inversor y a más capacidad de riesgo más financiación. Eso sí, las grandes inversiones normalmente vienen acompañadas de exigencias de contrapartidas como que el músico entregue algún single con potencial de éxito o similar».
Como muestra Verkami, él decidió que su tope podría estar en torno a los 5.600 euros para la producción de las copias físicas y el resto de gastos. «Me planteé con severidad cuánta gente podría mover y con cuánto podía llegar a los objetivos y luego resté un poco. Cuando pensé en el presupuesto para grabar (como digo, esto fue previo al crowdfunding), pasó un poco lo mismo pero con mi dinero: pensé en lo que podía afrontar y en lo que quería conseguir y negocié un acuerdo mutuo entre ambas cosas». Concluye: «En el caso de una autoedición y la autogestión, es lo mismo pero el músico decide cuánto arriesgar, o en un momento dado cuánto perder».
Soraya, que busca presupuesto para su single ‘Con fuego’ a través de la plataforma My Major Company, sigue una línea bastante próxima: «El presupuesto se decide en función de lo que uno quiere ofrecer. Yo quiero ofrecer el máximo y buscar una realización personal, así que la gran diferencia entre Soraya y otros artistas independientes que están en las mismas, está en las pretensiones. Tengo grandes pretensiones, porque quiero una canción grabada con máximo nivel de producción, realizar una película alrededor del tema y contar con Beniwood para filmarla, una productora audiovisual que me asegura un resultado espectacular». Es de cajón. ¿Quién va a querer grabar con lo más básico pudiendo aspirar a los mejores estudios y productores cuando todo el país te conoce? ¿Quién quiere vivir en una chabola pudiendo aspirar a un ático en la Gran Vía? Ella parece tener muy claro lo que quiere en este caso. «Esto es un proyecto conjunto. La película es un proyecto enorme, no un mero clip, y va totalmente de la mano de la canción. La una no existe sin la otra y el presupuesto es sólo una parte de lo que cuesta hacerlo realmente. De hecho, la canción está compuesta y voy a ir adelante con todo aunque no llegara a cubrir el presupuesto. La diferencia estará en los medios con que lo realice finalmente». De momento se han recaudado 1500 euros en My Major Company
, aunque aún faltan 53 días para que finalice el plazo.La artista habla también sobre los beneficios de presupuestarte a ti mismo más allá de las compañías discográficas. «En mi caso, vengo de trabajar con empresas que deciden gran parte de los proyectos reservándose un amplio margen de ganancia, que también es lo último que se sacrifica, aunque sea a costa de la calidad de lo que se produce y cada vez con menos valor añadido para el artista y para el fan. De ahí mi decisión de irme y montar mi propio sello».
Hablando de la industria, El Hijo asegura que aquellos tiempos en que los sellos gastaban más de lo que esperaban sacar, como inversión para el futuro, son cosa del pasado. «Ahora mismo eso es una rareza anacrónica», indica. «En el pasado del pop ha habido momentos en que los presupuestos eran elásticos hasta el punto de que a veces amenazaban casi con arruinar a un sello. ¡Se pagaban adelantos a modo de sueldo para que el músico pudiera trabajar en la composición y pre-producción de su disco! Había grabaciones de meses, sin límite de días, remezclas y regrabaciones… Eso no creo que ocurra ya con nadie». Hoy en día, «el sello se gasta lo que piensa que puede recuperar. Y conforme al presupuesto se arreglan la grabación, las mezclas y el mastering, cuando no también el diseño, las fotos promocionales y otras cosas como videoclips».
No obstante, Abel se explaya hablando de la importancia de la optimización. «Lo suyo para mí es pensar en ajustar al máximo el presupuesto que vas a gastar para no verte obligado a movilizar excesiva financiación, pero siempre que dé para hacer el disco que crees que debes hacer y, naturalmente, de invertir todo lo que la gente aporte en recompensar a quienes te ayudan en la financiación haciendo el mejor disco que puedas, sin lucrarte, o sea sin quedarte con un solo céntimo para ti. Los beneficios económicos de tu trabajo tienen que llegar por otro cauce, no por la cofinanciación». Abel habla sobre contratar músicos versus contar con amigos o sobre el tiempo que se pasa dentro del estudio en sí, cuyo alquiler hay que pagar por días. «El tiempo de grabación en estudio puede usarse para terminar la creación musical o para hacer todo el proceso. Hay a quien le gusta ir a liquidar rápidamente el trabajo ya hecho y el estudio es un lugar donde llevar las ideas cerradas del todo y ensayadas. Los hay que lo entienden como lugar-tiempo para buscarlas, aprendérselas o hasta aprender a tocar un instrumento. A mí, en general, no me gusta ninguna de las dos sino que sea un espacio intermedio: horarios ni agobiantes ni demasiado relajados, ir con mucho trabajado y pensado pero con todo abierto a lo imprevisto que se pueda encontrar ahí. Digamos que tres partes de grabación metódica y una de azar y encuentro imprevisto. También creo en la post-producción y en casa se pueden hacer muchas cosas en este sentido. Y lo que tengo claro es que a las canciones les afecta mucho en qué momento y condiciones se graban».
Abel bromea: «Es común pensar al acabar un disco que han faltado un par de días para alcanzar el máximo. También hay fantasías musicales, como las hay de otras clases. Pero sabemos que no siempre más opciones son una ventaja. Uno nunca sabe si no habría hecho un disco peor si el diablo hubiera aparecido ofreciendo todos los recursos imaginables».