El nuevo Myspace: quien mucho abarca poco aprieta

Recuerdo que, cuando me di de alta en Twitter, puse dos mensajes, me aburrí como una ostra y lo dejé en reposo durante casi seis meses. ¿Qué demonios era aquello? ¿Para qué me iba a servir? Resulta que el paso del tiempo la ha convertido en una de las redes sociales más utilizadas del momento, tanto para ese chit-chat que no sirve de nada como para cosas infinitamente más importantes. ¿Por dónde creéis que me enteré ayer de que se había estrellado un helicóptero en Londres? ( ) Por la televisión. (X) Por Twitter.

A lo que voy es a que, en un mundo tan cambiante como el de las redes sociales, es difícil predecir (y mucho menos ser gurú o experto de nada) qué es exactamente lo que lo va a petar de aquí a un año, por lo que puedo estar confundido y desdecirme de mi opinión mañana mismo. Hay proyectos modestísimos que se convierten en una ayuda innegable (Storify). Hay proyectos gigantescos que se desvanecen como si fueran un ilusionista (Google Buzz). Hay proyectos mastodónticos a los que les cuesta un poco arrancar (Google +)… Y hay otros que tuvieron su momento, pero cuyo público ha migrado a tierras más cálidas, como es el caso de Myspace o de, sí, voy a pronunciar esa palabra, Orkut. ¿Quién no suplicó, prácticamente de rodillas y con lágrimas en los ojos, una invitación a Orkut a alguno de sus conocidos? Por favor, ¡era el sitio en el que todo el mundo quería estar en 2004! ¿Y luego qué? Pues no, luego no era tan divertido.

Más o menos algo similar pasó con Myspace. Creada en 2003 -entre otros- por Tom Anderson (ese único amigo que tenías cuando te dabas de alta) en California, la red se expandió como un virus en cuestión de años. Yo he llegado a oír a gente decir que si no estabas en Myspace «no eras nadie» (similares cosas se dicen ahora de Facebook, y de Twitter) e instigar a personas a abrirse un perfil. ¿Cuál fue su problema? El primero es que, antes o después, todo muere. Myspace murió. Hi5 murió. Lycos murió. Altavista murió. Terra murió. Y luego resucitó, justo como Myspace. El segundo, que cuando tienes millones de usuarios estás tan borracho de poder que crees que ninguno se irá de allí. Oh, lo siento, sí: se van a marchar. Los usuarios dejarán de utilizar Google (lo pongo de ejemplo por ser el buscador que usa un 90% de los españoles), sencillamente, cuando aparezca un servicio mejor y / o más barato. Igual que están dejando de usar Microsoft Office, o igual que Nokia pasó de ser la compañía que más móviles vendía con diferencia a un discreto segundo puesto.

Es el sino de la tecnología: quien no se renueva, muere. En algunos casos con una celeridad apabullante. En otros, como era el caso de Myspace, muere poco a poco. Desafortunadamente, la compañía no supo ver el tremendo capital que tenía entre manos, con cientos de usuarios ávidos de escuchar música (os recuerdo que, por aquel entonces, se hablaba de algunas bandas tipo Lily Allen o Arctic Monkeys refiriéndonos a ellos como «el fenómeno Myspace») y nunca supo sacar partido de las horas y horas y horas y horas y horas de música en streaming que poseía, todas subidas generalmente por las mismas bandas con idea de promocionarse. ¡Pero tampoco supieron sacar provecho a los contratos millonarios que las discográficas ofrecían a los artistas más populares de la red social! Y lo que es peor: no vieron el filón que había en la actitud exhibicionista de sus usuarios, que terminaban convirtiendo sus perfiles en EL HORROR (así, con mayúsculas) del HTML, subiendo fotos, cambiando tipografías, poniendo extravagantes recuadros y dejando el perfil de Myspace hecho unos auténticos zorros en términos de diseño gráfico (y de salud mental, porque seguro que algunos provocaban ataques epilépticos).

Toda esta mala prensa al final pasa factura, y poco a poco los usuarios se vieron atraídos por redes sociales más modernas y que tomaban ventaja de lo positivo que es empezar de cero, y de que tus cambios no provoquen un aluvión de críticas (seguro que a alguien le suena ver publicado en un estado de Facebook algo así como «oh, cielos, Facebook ha cambiado el color de la barra superior. ¡Me voy a dar de baja de inmediato!»). Es por eso que desde entonces, Myspace ha estado buscando su sitio (nunca mejor dicho) y ha pasado por dos rediseños enteros que simplemente buscaban acercar la web más a los artistas. El último se estrenó justo hace dos días, junto con el nuevo single de Justin Timberlake. Todo un comeback.

Desde entonces, ha habido escasa oportunidad de trastear con esta cosa, que cualquiera diría diseñada por Microsoft, por el tremendo descaro con el que se asemeja a la interfaz de Surface y de Windows 8 Mobile. Letras gigantes, disposición de la información «en azulejos» (tiles) y desplazamiento horizontal, quizá uno de los movimientos menos naturales cuando estamos frente a una página web. Myspace nos recibe con una facilidad pasmosa para darnos de alta (faltaría más) y con una serie de preguntas, entre las que destaca la de nuestra profesión. ¿Artista, banda, músico, productor, DJ, periodista, aficionado…? Vaya, esto me va interesando. Y sigues clicando.

Para cuando el formulario de registro te deja en la web principal, ya no sabes dónde estás. Pantallas enteras llenas de información: descubre música. Conecta con música. Busca música. «Oh, vaya» -pensé- «Myspace es el nuevo Spotify». Error. Bien es verdad que tienen horas de música como para parar un tren, pero la mayor parte está mal etiquetada, distribuida al azar y, por supuesto, sin agrupar. Es prácticamente imposible encontrar un disco entero, y muchas veces faltan incluso las canciones más modernas o más escuchadas de cada artista. ¿Conectar? ¿Conectar para qué? ¿Qué significa exactamente conectar? ¿Con una canción? ¿Significa eso que voy a poder ver actualizaciones del grupo? No.

Bueno, espera, sí hay actualizaciones. Pero quién puede verlas es todavía un misterio: si marcas tu perfil como restringido, solo tú puedes verlo. Si lo dejas público, solo otros usuarios de Myspace pueden verlo. Aun así, tampoco es que los contenidos llamen mucho a la acción, y la ausencia de conexión con otros servicios (y mira que es bien fácil, que muchos de estos tienen APIs públicas y gratuitas) hace que en el fondo, no puedas poner casi nada: solo fotos que estén en tu disco duro, vídeos de Youtube y canciones que estén en Myspace. Esas son las restricciones. Oh, vaya. Myspace quiere ser Facebook, y quiere ser Twitter, pero definitivamente no lo es.

Y esto nos lleva al último punto: la aplicación. No puedes presentar una red social hoy en día y que la App disponible para smartphones sea la de la versión anterior de tu servicio, que ni siquiera funciona ni te permite acceder a tu cuenta por los mismos canales que lo hace la web.

Muchos dirán «no dais a nadie un respiro, ¡acaban de lanzarla!». Sí, es verdad: en el mundo de Internet no se da a nadie un respiro, porque se mueve a velocidad de vértigo. No puedes anunciar a bombo y platillo algo y que, al minuto dos, tus usuarios descubran que está (y es casi un piropo) en fase beta -eso le quedó bien claro a Google con Google Buzz-. Y lo peor: tienes que tener muy claro a quién te vas a dirigir: ¿va a ser una red social para músicos y para fans? ¿Va a ser una red social solo para profesionales de la música? ¿Preferimos que pueda usarla cualquiera? Y una vez que tengas a tu público seleccionado, piensa en cómo pueden interactuar entre ellos, porque de lo contrario estás perdido.

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Publicado por
Lolo Rodríguez