Y es que tener entre las manos un material tan jugoso como la gestación de uno de los títulos más míticos de la historia del cine y desaprovecharlo para convertirlo en telón de fondo, o mejor dicho, en ‘macguffin’ de un culebrón matinal, tiene delito. Porque había en ‘Hitchcock’ dos posibles caminos a elegir: el de la cinefilia pura y el del morbo baratillo. Pero se conoce que tanto al director Sacha Gervasi como a los demás responsables del proyecto les interesó más el segundo.
Igual pensaron, como tantas otras veces ha pasado, que para salvar la película bastaba con contratar a un reparto de máquinas de la interpretación como Anthony Hopkins, que hace lo que puede y lo hace muy bien a pesar de los kilos de maquillaje, o Helen Mirren, por derecho propio la verdadera protagonista de la historia. De hecho hasta secundarias como Scarlett Johansson, Toni Colette o Jessica Biel bordan sus personajes. Pero hay guiones que ni con viagras actorales se levantan.
Así que no creas que encontrarás en ‘Hitchcock’ la nueva ‘Ed Wood’, sino sólo un estudio superficial de la ácida personalidad del británico que, poniendo el foco en la complicada relación matrimonial que mantuvo el director con su mujer Alma, apenas sirve para justificar la existencia de aquella manida frase de “detrás de todo gran hombre hay una gran mujer”. Nada de hacernos reflexionar sobre nuestro propio esnobismo al rechazar por defecto cualquier expresión artística ligada a la cultura de masas (algo que Hitchcock comprueba cuando los estudios le dan la espalda por haber participado en televisión) ni tampoco nada de intentar explicar la relación que hay entre el éxito de ‘Psicosis’ y la fascinación que nos provoca ver a psicópatas en pantalla. ¿Para qué, si tenemos una posible trama de cuernos en una cabaña de playa?
Y no sirve la excusa de que esto es lo que el público quiere. De ser verdad que el morbo vende serían las escenas de matrimoniadas, y no las del rodaje, las interesantes de la película, pero es justo al revés: son las que muestran el making of de ‘Psicosis’ las únicas que interesan.
A ver, que sería injusto no reconocer la existencia de algún momento de lucidez en la historia como las negociaciones con la censura, el rodaje de la famosa escena de la ducha, Hithcock disfrutando en el estreno la reacción histérica del público y algún que otro chiste solo entendible en versión original. Pero son simplemente eso, destellos que se pierden en una oscuridad narrativa provocada por personajes que hablan a cámara, apariciones fantasmales fruto de la obsesión con asesinos en serie y otras cuantas lindezas que convierten este biopic en un ‘Celebrities’ sin gracia de ‘Muchachada Nui’. 5