‘Mamá’, la ternura detrás del miedo

A estas alturas de la película es evidente que los arquetipos en el género del terror están condenados a repetirse. Bueno, en el terror y en cualquier género, ya que si redujéramos el argumento de cualquier historia a su mínima expresión comprobaríamos que no hay más que un puñado de elementos con los que podemos jugar para montar una ficción. Por eso hay filmes a los que es mejor juzgar por el cómo están rodados que por el qué nos están contando. Y ‘Mamá’, desde este punto de vista, sale muy favorecida.

Sobre todo porque películas de fantasmas que se cuelan en casa para hacernos la vida imposible, de niños perdidos que ven cosas que los adultos ignoran y de madres asustadas que no saben cómo sacar el mal de su vida diaria hay cientos. No digamos títulos que abusan de la música estridente, de la aparición brusca, de los efectos de sonido y de la falta de luz como recursos baratos para asustar cuando el guión falla. Por fortuna ‘Mamá’, aunque en ocasiones al límite de caer en lo evidente, no entra en este grupo.

En ello tiene mucho que ver la más que palpable ayuda de Guillermo del Toro, que en su papel de productor ha llevado de la mano a los hermanos Muschietti para enseñarles a jugar bien sus cartas y acertar a la hora de convertir su inquietante cortometraje del mismo título en un largometraje capaz no sólo de tenerte encogido en la butaca de miedo, sino también de provocar ternura gracias, entre otros aciertos, a un final que se aleja de los convencionalismos del género.

Quizás por eso se ha apostado por un planteamiento de rodaje elegante y perfeccionista que bebe más de títulos con personalidad como ‘Los otros’ o ‘Poltergeist’ que de éxitos recientes tipo ‘Insidious’ o ‘Paranormal Activity’, dos ejemplos perfectos de filmes que como fuegos artificiales, después de maravillar con su estallido, desaparecen dejando poco más que humo. Que una cosa es tirarte las palomitas por encima por culpa de un susto y otra muy distinta llevarte el terror a casa.

Desde luego ‘Mamá’ pedía profundidad para hacerla creíble y destacable por encima de la media. El material jugoso ya lo tenían, así que Jessica Chastain debería ser la responsable de conseguir esa dimensión requerida. Lo intenta, sobre todo cuando su personaje se asusta, pero una vez más son las niñas las que crean el terror con sus miradas. Terror por la ausencia de terror en las mismas, quiero decir. Eso es lo chungo. 6,8.

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Publicado por
Claudio M. de Prado