Después de un exitoso paso por festivales, presentaciones en salas alternativas, estreno en internet (filmin.es) y edición en DVD (Cameo), ‘Diamond Flash’ se ha convertido en un símbolo de la resistencia frente a la crisis de la industria del cine español (en forma de recortes de subvenciones). La película se ha alzado como la cabeza visible de ese otro cine que no se estrena comercialmente en salas ni tiene presencia en los Goya. Es, sin duda, el título más representativo del actual resurgimiento de un nuevo underground (o cine low cost como se le está llamando) que recuerda a iconos del celuloide subterráneo de los 80 como ‘Arrebato’ o ‘Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón’.
Vermut recoge el testigo de pioneros como Juan Cavestany (que en 2010 dio la espalda a la industria con ‘Dispongo de barcos’ y ahora continúa con ‘El señor’) y encabeza un pelotón de cineastas que han presentado propuestas tan estimulantes como la comedia mutante ‘Mi loco Erasmus’ (Carlos Padial) o el deslumbrante experimento en los límites del documental de ‘Los materiales’ (colectivo Los hijos). Sin olvidar otros títulos reseñables como ‘Ensayo final para utopía’, ‘El último fin de semana’, ‘Qué pelo más guay’ o ‘Buenas noches, dijo la señorita Pájaro’.
Un éxito que ha alimentado movimientos recientes como la plataforma Littlesecretfilm, de la que os hablaremos en la segunda parte de este artículo. Algo así como una reformulación del “cine de guerrilla” donde se defiende internet como ventana de distribución y se apoya un modelo no comercial de producción cinematográfica basado en, como dice el manifiesto, “las limitaciones, el riesgo, la improvisación y el azar”.
¿Hubiera sido esto posible sin la repercusión y la gran acogida crítica que ha tenido ‘Diamond Flash’? Difícilmente. Siempre es necesario una película importante para estimular la curiosidad y favorecer la atención sobre las demás. Y el debut de Carlos Vermut lo es.
‘Diamond Flash’ es una película diferente dentro del contexto del cine español. Con ecos de los diálogos de Tarantino y las atmósferas de Lynch, la película es un desconcertante y fascinante drama de corte realista –que toca temas como la violencia de género o el abuso sexual-, por el que se cuelan, como destellos (de diamante), momentos de humor esquinado (a cargo de Miguel Noguera), escenas oníricas y apariciones misteriosas.
Una película articulada por medio de estáticas set-pieces donde los personajes al conversar, siempre de dos en dos, van creando una tela de araña emocional donde atrapar al espectador. Un público desamparado que, incapaz de dar explicación a los enigmas que se plantean, no hace sino confirmar la teoría de la secuestradora: “el problema de la gente en general es la necesidad que tiene de comprenderlo todo”.